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Argentina y Alemania: ¿una relación que busca un nuevo destino?


El encuentro entre el presidente Alberto Fernández y la canciller Angela Merkel dejó buenas sensaciones para ambos, pero la disparidad que históricamente hubo entre los países en términos de intereses plantea otros interrogantes: ¿qué provecho puede sacar Alemania? ¿Hacia dónde puede ir la relación con el nuevo gobierno argentino?

El 19 de septiembre de 1857 se firmó el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre la Confederación Argentina y Prusia y los demás estados del Zollverein alemán. Ese acuerdo significó, entre otras cosas, el nacimiento de las relaciones bilaterales entre Argentina y Alemania. A 163 años de aquella rúbrica, el vínculo entre los países sigue vigente y, tras el encuentro entre el presidente Alberto Fernández y la canciller Angela Merkel, hay un interés mutuo en profundizar este nexo que viene en alza en los últimos años.

La vasta relación bilateral que nutre a ambos países no se enmarca únicamente en términos políticos, económicos y comerciales. También se extiende a planos de cooperación científica-tecnológica, universitaria y cultural. Independientemente de los gobiernos de turno y las coyunturas políticas por las que ha pasado cada nación, Argentina y Alemania han encontrado puntos en común que, con el correr de los años, se fueron estrechando a nivel internacional: la defensa del multilateralismo, el derecho internacional, la protección de los derechos humanos y la no proliferación nuclear.

Además, existe una unión muy marcada a partir de la fuerte emigración involuntaria de ciudadanos alemanes por todo el mundo luego de la Segunda Guerra Mundial. Uno de los países que ofició de residente, debido a su próspera situación económica de entonces, fue la Argentina. Y si bien hubo excriminales de guerra que encontraron un refugio en este para evitar su enjuiciamiento, fueron cientos y miles los alemanes —en su mayoría judíos— que se instalaron aquí. La descendencia germana en el país creció año tras año y su participación se multiplicó en cámaras empresariales ligadas a la industria, instituciones educativas vinculadas a la difusión de la lengua alemana y un próspero intercambio cultural y académico.

Pese a esto, desde un punto de vista comercial, a causa del desarrollo alcanzado por cada país, la relación ha sido dispar a lo largo de la historia. La balanza con Alemania es deficitaria para la Argentina. La carne bovina y los minerales de cobre son los principales productos que exporta y se trata de una cifra que apenas supera los USD 1000 millones, mientras que las importaciones se centran principalmente en autopartes y medicamentos, por un valor de más de USD 3300 millones. Si bien, después de Brasil, Argentina es el mayor socio comercial de Alemania en Sudamérica, el país europeo es apenas el noveno inversor externo del mercado argentino. Son números escasos para dos países de larga tradición.

El expresidente Mauricio Macri intentó estrechar y fortalecer el vínculo. Visitó a Angela Merkel en 2016 y la recibió en 2017. También mantuvieron reuniones en el marco del G20 en Hamburgo, en 2017, y en Buenos Aires, en 2018. Todos esos encuentros estuvieron destinados a aumentar el comercio bilateral. Hubo avances, ya que, en sus cuatro años de gestión, Macri firmó once acuerdos de cooperación estratégica con distintas regiones alemanas y siempre definió a Alemania como un país ejemplar hacia donde debería ir la Argentina.

Tras dos meses de un cambio de gobierno en el país rioplatense, las necesidades de ambos son completamente distintas, pero eso no impidió que la canciller alemana recibiera a Alberto Fernández, en el marco de la gira europea del mandatario argentino. La urgencia económica obliga al país a optimizar las relaciones con una Alemania que, en este momento, tiene intereses en la región y puede ver a la Argentina con otro atractivo. En la reunión, el presidente confirmó una inversión de USD 800 millones de una empresa automotriz, acordada por Mauricio Macri a fines de 2017, y consiguió el apoyo de Merkel para renegociar la deuda con el FMI, el objetivo principal de su viaje. Alemania, junto a España, Italia y Francia, representan en el organismo casi el 15% de los votos.

De cualquier manera, la compleja coyuntura económica argentina obliga a atraer más inversiones y, partir de eso, Alberto Fernández enfrenta un verdadero desafío impuesto por empresarios alemanes en la Argentina: avanzar en una agenda que le puede resultar incómoda para su política proteccionista. Se trata de la firma de tratados de libre comercio, incentivos fiscales y seguridad jurídica. Esto se expone, principalmente, en un tema que fue mencionado en la reunión entre ambos, pero no profundizado: el acuerdo Mercosur-Unión Europea. Es tal vez el contrapunto más importante de la relación que ambos intentan construir. El argentino cree que dicho acuerdo perjudicaría a la economía nacional en beneficio de la extranjera. La canciller piensa lo opuesto: ve un beneficio mutuo y no pretende dilatar ni postergar su aplicación.

El interés de Merkel por el acuerdo Mercosur-Unión Europea no es el único que tiene en la región. Existe un incentivo comercial en materia de energía, agronegocios, infraestructura y de desarrollo del litio para expandir el mercado de las baterías para autos eléctricos. En lo que a este último recurso se refiere, Argentina integra junto a Chile y Bolivia el “Triángulo del Litio”, es decir, la subregión que concentra el 68 % de las reservas globales. El país que gobierna Fernández aporta 1/6 de la producción mundial, lo que lo coloca en la tercera posición en el ranking mundial. El oro blanco es uno de los proyectos a impulsar, pero el verdadero objetivo que persigue Alemania es geopolítico: instalarse en la región para competir con China y Estados Unidos.

A 163 años de la firma de aquel Tratado, las distintas realidades de Argentina y Alemania conforman un universo en común: la posibilidad concreta de vincularse en mayor medida, con el fin de buscar un nuevo destino.

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