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¡Atención, trampa!

Los partidos populares en Alemania discuten hace tres años cómo lidiar con el partido populista de derecha Afd y con esto le dan más relevancia de la que debería tener. El problema está en la ciudadanía y no en la Afd. Marginar a este partido demostró ser la táctica equivocada.


Manifestantes de AfD | Foto: metropolico.org

Carteles contra la canciller Angela Merkel y su política, en manifestación de la AfD | Foto: metropolico.org


Hace ya tres años que los partidos, los medios y la opinión pública discuten cómo tratar a la AfD (Alternativa para Alemania). Los preocupantes resultados electorales de las elecciones en varios estados federados en marzo de 2016 y el congreso programático de la AfD avivaron nuevamente los debates. Partidos, conferencias temáticas y talkshows buscan la respuesta: ¿cómo debemos tratar a la AfD? La intensidad de las discusiones hace pensar que el nuevo partido populista de derecha —que según las encuestas tiene una intención de voto de 15 %— es el problema central de la República Federal. Esto le viene bien a la AfD.

Sin embargo, ya la pregunta es extraña. ¿Se discutió acaso de esta forma el trato con el Partido Pirata? ¿Existe una discusión constante sobre el trato con el Partido Die Linke (La Izquierda)?

La cuestión del trato deriva de la falsa presunción de que se podría hacer, decir o resolver algo que podría hacer desaparecer este partido del mapa político. Y en esta discusión se insiste en las categorías nuestros votantes, conservadores, izquierda y derecha. A un partido populista de derecha caracterizado por estar en contra y que responde a los miedos de los ciudadanos con variaciones de antes todo era mejor se oponen irónicamente partidos que también añoran el sistema partidario de antes.

En realidad, tres años es tiempo suficiente para confirmar o descartar las tesis sobre el trato. La AfD no es la vieja CDU ni una expresión de derechización de la sociedad alemana o de una Alemania oscura. Se trata de un partido oportunista de protesta. Con corrimientos a lo largo del espectro derecha-izquierda no se va a poder combatir a la AfD. Tampoco se lo va a lograr con viejas verdades del estilo de «a la derecha de la CDU no debe existir ningún partido». Estas categorías sencillamente no interesan a los votantes de protesta. Los votos provienen de personas que expresan su descontento difuso por el aumento de los temores en la sociedad, porque la gente se siente indefensa frente a procesos globales y añoran la claridad, el aislamiento y la tranquilidad.

La elevada tasa de movilidad entre los votantes alemanes facilita en este contexto el éxito de nuevos partidos. Esto se da especialmente en los nuevos estados federados (los de la antigua República Democrática Alemana). En sociedades individualistas y pluralistas, en las que los públicos mediáticos están fragmentados y el consumo de estos se orienta según los intereses particulares, son de esperar también los cambios en los sistemas partidarios. Tampoco es nuevo que una gran coalición (entre los partidos CDU y SPD) a nivel del Estado provoca el fortalecimiento de pequeños partidos y partidos de origen extraparlamentario. La AfD pertenece conjuntamente con el FDP (Partido Liberal) a los partidos de oposición sin responsabilidades gubernamentales mientras los Verdes y la Izquierda son parte de gobiernos en algunos estados federados. Frente a estos datos de la realidad sería por lo tanto recomendable una actitud algo más relajada frente a los resultados electorales de la AfD.

Esto no quiere decir que no haya que preocuparse por el espíritu autoritario de la AfD y de sus constantes rupturas de tabúes, el envenenamiento consciente del clima social y la absoluta ausencia de propuestas constructivas de este partido. Histeria y parálisis de miedo son exactamente los efectos que los populistas necesitan para vivir. Si los políticos de varios partidos ahora argumentan que hay que decidir algo «por la AfD» o «porque si no la AfD va a hacer…» están cayendo en la clásica trampa de los populistas de derecha. El que se deja impulsar por los populistas ya no está capacitado para resolver problemas relevantes. Y si no se resuelven los problemas relevantes, se fortalece a los populistas.

Por otro lado, la adaptación a la retórica populista o la «atención a la preocupación y miedo de los ciudadanos» —mediante las que se les termina dando razón— fracasó notoriamente. La resistencia pública de Horst Seehofer, jefe de la CSU (Partido Social Cristiano de Baviera, que integra la coalición con la CDU de Angela Merkel), a la política de los refugiados no afectó los resultados electorales de la AfD en las elecciones de los estados federados en marzo de 2016. Esto incluso no se logró donde Seehofer participó directamente en la contienda electoral. La postura del presidente del estado federado de Sachsen-Anhalt, Reiner Haseloff, respecto a un máximo de migrantes tampoco contribuyó a debilitar a la AfD. Nadie podría argumentar seriamente que la AfD hubiera obtenido más de 24,2 % si Haseloff hubiera defendido otra posición. Tampoco el alejamiento táctico de los candidatos Julia Klöckner y Guido Wolf respecto las posiciones de la canciller Merkel sobre la migración redujeron la adhesión a la AfD.

También fracasó la táctica de marginación del nuevo partido. Con un frente unitario que argumenta desde una posición moralista, se va a seguir fortaleciendo a la AfD y se van a multiplicar las reacciones de despecho. Por ello es un error descalificar a toda la AfD y a sus votantes como radicales de derecha. La marginación del partido no resultará. Existen opiniones interesadas en hacerla fracasar. Presuntos conservadores en la CDU disconformes con la marcha del partido utilizan a la AfD como instrumento, de la misma forma que lo hacerncompetidores políticos que esperan debilitar la posición de la CDU y de Merkel convirtiendo a la AfD en un problema similar al del partido Linke. En este sentido es interesante observar que los movimientos de los votantes hacia la AfD desde su primera participación en las elecciones federales de 2013 son claros: un tercio proviene de los partidos de centro, un tercio de los partidos de izquierda y un tercio de los no votantes. A pesar de estos hechos se mantiene el argumento de que la AfD es un problema exclusivo de la CDU, pero la pérdida de votos de protesta significa un peligro existencial para el partido Linke y ocasionó la pérdida de la mitad de los votos del partido SPD en marzo.

Otra vez la AfD es un partido de protesta. No recibe sus votos por su programa político o por sus líderes. Por el contrario, sus resultados constituyen un mensaje a todos los partidos establecidos y al sistema político de la República Federal. Para deconstruir la actitud de protesta, los partidos tendrán que encontrar caminos para comunicarle a sus votantes: «escuchamos y entendimos».

La constante pregunta de cómo manejar la AfD es incorrecta. Se debe manejar este partido como se lo hace con cualquier otro. Hay que enfrentar a esta partido desde los argumentos. El programa que acaba de establecer brinda oportunidades para esto. La AfD había evitado establecer posiciones programáticas firmes para ampliar la proyección sobre amplios contingentes de votantes de protesta. Muchos de los puntos de su reciente programa de principios son equivocados ya en el análisis. Muchas de sus demandas ya fracasaron en el pasado y carecen de perspectiva. Hoy se necesitan en los partidos establecidos personalidades capaces de argumentar que puedan poner en evidencia estos puntos y orientar el debate tanto directamente como a través de los medios.

La discusión con la AfD constituye una oportunidad de concientización de las propias bases políticas. El surgimiento de los populismos en Europa y en el mundo muestra claramente que las cuestiones básicas deben ser discutidas en profundidad y que las respuestas deben ser explicadas y defendidas en forma más sólida. ¿Por qué damos asilo? ¿Qué significa ser ciudadano alemán y cómo alguien puede convertirse en ciudadano alemán? ¿Qué significa la libertad de religión como derecho fundamental? ¿Cómo es nuestra actitud respecto de las religiones en el espacio público? ¿Por qué queremos la unidad europea? ¿Por qué somos miembros de la OTAN? ¿Cuál es el valor de la democracia parlamentaria representativa? Los ataques de los populistas de derecha de la AfD contra lo que ellos llaman partidos de consenso apuntan exactamente a estas cuestiones. Si queremos rechazar estos ataques, tenemos que ser capaces de argumentar desde los fundamentos.

La histeria respecto a los resultados electorales de la AfD no debería apartarnos de un aspecto central. El fortalecimiento de los populistas enemigos de la migración y de Europa tiene que ver con la incapacidad de acción de Europa frente a desafíos globales. Los populistas reaccionan respecto a problemas europeos irresueltos con la propuesta de encerramiento nacional. La crisis de endeudamiento en el continente europeo con la crisis en Grecia, las reacciones tardías a la anexión de Crimea y la intervención rusa en Donbass, así como los problemas de la administración de los flujos migratorios constituyen una muestra de la falta de capacidad de la Unión Europea. Sería deseable que después del referéndum en Gran Bretaña, las elecciones presidenciales en Francia y las elecciones parlamentarias en Alemania en 2017 los Estados líderes tomaran conjuntamente iniciativas para el fortalecimiento de la capacidad de acción política de la Unión Europea. Esta sería la forma correcta de lidiar con el populismo.

Nico Lange Director adjunto del Departamento de Política y Asesoramiento y director del Departamento de Política Interior de la Fundación Konrad Adenauer

[Artículo original publicado en Taggespiegel Causa, el 12.5.2016. Traducción de Manfred Steffen, coordinador de programas de la Fundación Konrad Adenauer, oficina Montevideo.]

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