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China: un país, dos sistemas. ¿Qué quedará al final?

El aplauso en el Gran Salón del Pueblo es una bofetada a la gente en Hong Kong: el 28 de mayo, la nomenklatura comunista decidió destruir finalmente el estatus autónomo de la metrópoli. Poco tiempo después de la entrega del territorio autónomo a China en 1997, ya el poder autocrático de Beijing comenzó a restringir masivamente la libertad del pueblo de Hong Kong. Esto sucedió a pesar de que la República Popular había firmado un acuerdo y aprobado la Basic Law, la Ley Básica de Hong Kong, que otorgaba a la ciudad sus propios derechos hasta 2047, que se resumían en la fórmula «Un país, dos sistemas».

La Ley de Seguridad aprobada por Beijing —ignorando al Parlamento de Hong Kong— dice que todo lo que Beijing considere separatismo será severamente castigado. Para Beijing, por otro lado, cualquiera que no obedezca incondicionalmente al presidente Xi será visto como un traidor y un creador de divisiones en la patria. Específicamente, la nueva Ley de Seguridad significa para Hong Kong que quien se exprese a favor del estatus jurídico de la ciudad, por el orden democrático prometido por Beijing, puede terminar en prisión. Ya en 2003, China intentó impulsar una ley de este tipo, lo que enfureció a cientos de miles de ciudadanos de Hong Kong y los llevó a las calles. Finalmente, en 2019, el Decreto de Extradición tenía la misma finalidad. Dos millones de personas salieron en masa para enfrentar nuevamente a China. En las elecciones regionales de noviembre, Beijing recibió una sonora bofetada en respuesta al Decreto de Extradición: 18 de los 19 distritos de Hong Kong votaron por la opción democrática.

En setiembre se elegirá un nuevo parlamento en Hong Kong. Probablemente, Beijing no podrá mantener su mayoría y perderá ante el movimiento democrático. Para evitar que esto suceda, primero los principales representantes del campo libre fueron arrestados en abril. En este contexto, la ley ahora promulgada amenaza con destruir permanentemente la libertad y la democracia de Hong Kong. Esto le da al mundo un testimonio contundente de que no se puede confiar en la República Popular y su liderazgo comunista bajo Xi Jinping. Parece lógico entonces que el Reino Unido y Estados Unidos quieran imponer nuevas sanciones a China. Otros países libres deberían sumárseles.

Aparte de esto, hay que repensar los pilares de la política exterior determinados por China hasta el momento. Después de que «Un país, dos sistemas» fuera sostenidamente socavado por Beijing, debe examinarse la política de «Una China». Esta refiere a la relación de la República Popular de China con su país vecino, Taiwán. La democrática nación isleña ejerce la soberanía sobre su territorio: el país dispone de parlamento y gobierno, fuerzas armadas y su propia moneda. La nación es rica y el pasaporte taiwanés abre puertas en todo el mundo. Sin embargo, el liderazgo comunista en Beijing afirma que la isla es territorio suyo. De hecho, la República Popular nunca tuvo control sobre la isla. En la guerra civil china, la democracia fue derrotada por los rebeldes maoístas. El gobierno de la República de China —aún hoy es el nombre oficial de Taiwán—, voló a la isla vecina con alrededor de dos millones de partidarios.

El presidente Xi ha amenazado varias veces con conquistar y anexar militarmente el país si los taiwaneses no se entusiasman con estar bajo el paraguas de «Un país, dos sistemas», tal como en Hong Kong. En Taiwán, la gente se horroriza al ver cómo se destruye a la Hong Kong libre. Esto le dio a la candidata demócrata a la presidencia, Tsai Ing-wen, y a su partido un resultado récord y un segundo mandato como jefe del Estado.

La fórmula «Una China», que se puso en papel entre Taiwán y China en 1992 como una declaración legalmente no vinculante, declaró que ambas partes pueden reclamar su derecho a representar a China. La República Popular ha socavado por completo este compromiso y amenaza a las cadenas hoteleras y a las líneas aéreas con prohibir su ingreso a China si incluyen a Taiwán en su oferta en línea. China también ha perdido credibilidad aquí: la fórmula «Una China» murió hace mucho tiempo para Pekín. La comunidad global debería asumir esta realidad y fortalecer a Taiwán estableciendo relaciones diplomáticas plenas con la democracia isleña. El Hong Kong que conocíamos está gravemente herido y no solo a causa de la última ley de Beijing. Pero todavía hay esperanza de salvar al socio democrático Taiwán de la anexión por China.

En todo el mundo, donde la gente todavía tiene la opción de elegir entre el estado autoritario de vigilancia del Sr. Xi y el orden libre y democrático, la gente elige democracia. Es el modelo superior que eleva a las personas en su dignidad y libertad. Por eso, el mensaje que envían Hong Kong y Taiwán a los demócratas de todo el mundo es: no nos dejen solos en nuestra necesidad.

Traducción: Manfred Steffen

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