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Colombia y la importancia de las elecciones de 2018

En un mundo polarizado, donde los Estados han visto reducidas sus capacidades de gobernabilidad, pululan el populismo y los caudillismos, queda la pregunta de por qué siguen siendo importantes las elecciones. Colombia no es la excepción pero nos confirma un rasgo importante: América Latina recuperó sus democracias en lo que Samuel Huntington denominó la tercera ola de la democracia y, si bien el país no presenció su derrumbe en prolongadas dictaduras como sus vecinos, el nivel electoral sigue siendo definitivo para entender su representación y los desafíos que afronta.

El año 2018 fue clave para la democracia colombiana, ya que definió el pulso en los niveles ideológicos y participativos frente al posible escenario posconflicto que legó la administración de Juan Manuel Santos por su negociación de paz con la guerrilla de las FARC. Estos niveles, que resaltan los ámbitos presidencial y legislativo, contrastan a un grupo de partidos y representantes del centro a la izquierda, más benéficos y acomodados a ese contexto pero ciertamente debilitados, con las posturas más críticas desde el Centro Democrático y la derecha aún dominada por la figura de Álvaro Uribe, que encontró en Iván Duque remojo y juventud, además de fortaleza parlamentaria, aunque debatida entre un verdadero nivel coalicional y el mero oportunismo.

El libro Elecciones presidenciales y del Congreso 2018, editado por el politólogo Fredy Barrero, permite ver parte del tránsito de cambios internos y externos en el sistema de partidos colombiano, que, tras la Constitución de 1991 y la superación definitiva del bipartidismo, se ha debatido entre la hiperfragmentación y un pluripartidismo moderado. Un rasgo típico de las campañas políticas, que continúa y se agudiza, es la tendencia a sobredimensionar —sin que esto reduzca su verdadero calado— los problemas que enfrenta un país y presentar las propuestas propias como la única y excluyente solución. Esta tendencia se ratifica en el mayor grado de polarización que viene experimentando Colombia, y sale a flote especialmente en el discurso político de los extremos que hicieron oposición al santismo: el uribismo y el petrismo.

Además de la presentación del Dr. Hubert Gehring, de la KAS, Barrero nos ofrece en una primera parte el análisis propio de las presidenciales y legislativas de 2018. La perspectiva de género, que se desgrana gracias a Daniela Vargas y Margarita Batlle, aún deja que desear en el Congreso, que tiene en Martha Lucía Ramírez la primera vicepresidenta de Colombia. Nicolás Liendo y Lina Guavita se ocupan del rendimiento del centroderecha y su aparente predominio; Fabián Acuña, de las candidaturas presidenciales que se movieron entre independientes, coaliciones y candidatos de partido, lo que se confirma con el texto sobre los nuevos viejos actores políticos, de Sabastián Álvarez. Juan Pablo Milanese se ocupa de la distribución geográfica de los votos de Gustavo Petro e Iván Duque, que tensaron pero estimularon en un hecho positivo la participación en la elección presidencial definida a segunda vuelta. Luciana Manfredi, Juan Manuel González y David Biojó se preocupan del Twitter y las dinámicas de competencia electoral de los candidatos.

Una sección sobre participación política complementa el aporte, presentándonos el camino accidentado —pero necesario— del Estatuto de la Oposición en Colombia, por Fabio Pulido y Andrés Agudelo; el análisis «entre votos y almas», en torno a las iglesias evangélicas, de Juan D. Velasco, Jaime A. Torres y Mónica Burgos, para desembocar en una oportuna lectura sobre las tensiones entre movimientos sociales y partidos políticos, de Magda Catalina Jiménez. Pero, antes de ello, encontramos uno de los textos más valiosos de toda la publicación, gracias a Fabián Acuña y Nadia Pérez, que se ocupan de analizar el desempeño electoral de las FARC en su debut democrático (si aceptamos dejar por fuera la campaña por el sí o el no para refrendar el acuerdo de paz, que fue además su primera derrota), donde la inclusión política de la guerrilla más antigua del mundo se ve aterrizada y condicionada por su —aún— pobre desempeño como partido en un ambiente inhóspito.

El tomo cierra con una reflexión sobre metodología para el análisis electoral, de Fredy Barrero y Sergio Ángel, que nos lleva a repensar los desafíos entre el análisis de los datos cuantitativos puros y su relación real con el contexto, que debe incorporar, como han señalado expertos como Duverger, Lijphart, Rokkan, Sartori o —con clara propiedad— Dieter Nohlen, el contexto institucional y de cultura política donde operan sus variables.

¿Por qué entonces seguir insistiendo en el análisis electoral? Porque de la democracia representativa se seguirán desprendiendo los tipos de liderazgo capaces o no de llevar las reformas esperadas, los consensos y la inclusión social. Claro, ese liderazgo no depende solamente del porcentaje de votación que alcancen las opciones vencedoras, sino del mensaje y la forma en que se ejerce desde el primer día el mandato surgido de las urnas.

 

Ficha técnica

Elecciones presidenciales y de Congreso 2018. Nuevos acuerdos ante diferentes retos Fredy Barrero (ed.) Bogotá: Fundación Konrad Adenauer, 2019 ISBN 978-958-5687-1-2-7

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