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El eterno debate reeleccionista en República Dominicana


Una posible reforma constitucional, la quinta desde 1994 en torno a la reelección presidencial, mantiene en vilo a los dominicanos rumbo a las elecciones generales de 2020.

El 16 de agosto de 2016, Danilo Medina Sánchez juraba como presidente de la República por los siguientes cuatro años, luego de haberse reelegido tres meses antes con la mayor votación obtenida por candidato alguno después de la guerra civil de 1965. Esto, a pesar de que cuando asumió su primer periodo en 2012 la Constitución prohibía la repostulación consecutiva de quien ejerciere la presidencia. Sin embargo, ello no fue gran obstáculo para quien años antes se había presentado como un opositor por principios a la figura de la reelección cuando le tocó competir a lo interno de su Partido de la Liberación Dominicana (PLD) con el entonces gobernante, Leonel Fernández. Una vez instalado en el Palacio Nacional, a pesar de repetir varias veces que mantenía invariable aquella visión contraria a que una misma persona se sucediera a sí misma en el poder, puso en marcha la operación que terminó siendo la cuarta reforma constitucional desde 1994.

De muy poco valió la resistencia fugaz del expresidente Fernández, quien después de proclamarse defensor de la carta magna, terminó transando horas después, a cambio de que se le garantizaran candidaturas congresuales y municipales a sus seguidores. Del lado de la oposición era poco lo que se podía hacer, puesto que el PLD junto con su entonces nuevo aliado, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), tenía las requeridas dos terceras partes de ambas cámaras del Congreso para consumar el cambio del texto constitucional. Danilo Medina siguió la tradición de sus dos antecesores inmediatos, quienes también habían recurrido a las reformas constitucionales con tal de mantenerse en el juego político electoral.

Tal fue el caso de Hipólito Mejía, quien en 2002 tiró a la basura la plataforma antirreeleccionista de su entonces PRD para deshacer la prohibición de la reelección consecutiva que en 1994 —a raíz del Pacto por la Democracia— dejó atrás la reelección indefinida que venía desde 1966. El mandatario, con su mayoría congresual y opositores que logró «persuadir», llevó al modelo de dos postulaciones y nunca más. Esta jugada no le permitió seguir gobernando puesto que, principalmente por la crisis económica de 2003 en adelante, se convirtió en uno de solo tres gobernantes latinoamericanos que ha perdido su intento reeleccionista en los últimos 40 años. A quien si le sirvió mucho aquello fue al propio Leonel Fernández, quien ganó en 2004 y en 2008 con dicho texto, pero que ya tenía prohibición para cualquier candidatura futura. No obstante ello, realizó una profunda reforma constitucional que al retornar al modelo de prohibición a la reelección consecutiva, lo habilitaba para aspirar en una ocasión futura.

Ahora, el país se encuentra a diez meses de los comicios presidenciales, pero todo este zigzagueo ha tomado fuerza nuevamente. Danilo Medina aspira a un tercer mandato consecutivo y para ello explora una quinta reforma constitucional, sin descartar la fórmula de tribunales que otros gobernantes han utilizado en la región. Esta vez tiene mayor resistencia interna de Leonel Fernández, quien se muestra decidido a volver al poder y pone en juego la unidad del PLD que gobierna desde 2004 con ambos al mando. En la práctica, ya son dos organizaciones paralelas y se hacen habituales los enfrentamientos públicos de sus seguidores, que incluso han llevado a la bochornosa militarización del Congreso en estos días.

El presidente Joaquín Balaguer, parafraseando al jurista Ferdinand Lasalle, dijo de manera memorable que en nuestros países «las Constituciones no son más que un pedazo de papel, siempre y cuando no haya personas dispuestas a defenderlas».

Que la carta magna dominicana no haya sido durante este último cuarto de siglo más que un leve estorbo para la ambición desmedida de los gobernantes hace que la frase se vuelva lapidaria. La hipocresía de quienes actúan como los cerdos rebeldes de Orwell tiene gravemente herida la poca institucionalidad que se ha alcanzado con tanto esfuerzo.

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