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¿El fin del correísmo?

Por ahora se oferta un cambio de estilo, nada se dice de reformar las instituciones que sirvieron para censurar a la prensa, perseguir a opositores, impedir la organización social o criminalizar la protesta.

Lenín Moreno, nuevo presidente de Ecuador | Foto: Agencia Andes, vía Wikicommons

Lenín Moreno, nuevo presidente de Ecuador | Foto: Agencia Andes, vía Wikicommons


El gobierno de Rafael Correa, autodenominado Revolución ciudadana, duró más de diez años y su paso por el poder deja huellas profundas en la sociedad ecuatoriana.

Entre otras muchas, hay dos características que predominan en este período. La primera es la escasa diferenciación entre partido, Gobierno y Estado. Para el presidente Correa las tres instancias parecieron una sola cosa y así actuó; concentró todos los poderes a través de una nueva Constitución y de leyes que crearon una renovada institucionalidad, la que controlaron y usaron para los intereses del proyecto político de su partido.

La segunda característica fue la del ejercicio del poder desde la confrontación. El presidente reivindicó para su gobierno el derecho a confrontar, el que fue usado como metodología durante esta década. No hay instancia de la sociedad que, después de criticar al gobierno, no haya recibido respuesta: una respuesta que no se sustentó en rebatir los argumentos, sino en descalificar usando el poder acumulado para lograr autocensura o judicialización de la política. Las herramientas para la confrontación fueron el uso de los medios de comunicación estatales y la constitución de ejércitos digitales para desvirtuar críticas, descalificar a los opositores y montar aparatos de propaganda.

El resultado: una sociedad polarizada, dos formas contrapuestas de interpretar los mismos hechos. Esta polarización se profundizó en las redes sociales, en las que se construyeron comunidades homogéneas, con miembros que consumen y piensan igual, con poco espacio para el diálogo entre diferentes.

Este escenario provocó que, en las elecciones, el ciudadano busque un cambio. El oficialismo ofertó un cambio de estilo pero no de modelo. La oposición, por el contrario, apostó a un cambio radical de modelo. El oficialista Lenín Moreno logró un apretado triunfo, en medio de acusaciones de fraude del CNE controlado por el oficialismo.

El presidente Moreno recibe un país dividido en dos bandos casi iguales y con la sombra de un presidente que marcó la política de esta década y que goza aún de una importante aceptación, que controla el bloque legislativo y que pretende dejar a su sucesor marcado el camino de lo que puede y no puede hacer.

Moreno necesita mejorar sus niveles de apoyo, bajar los de confrontación y generar confianza en los actores políticos, pues deberá tomar decisiones cruciales para el futuro de un país que enfrenta una compleja situación económica y con sombras de corrupción que cubren a las más altas cúpulas del oficialismo.

Su discurso de posesión fue, en ese sentido, de respeto a la libertad de expresión y a la opinión crítica, invitó al diálogo y al consenso, llamó a la austeridad fiscal y prometió luchar contra la corrupción. Aunque algo cándido y superficial, fue un mensaje que marcó distancias con el estilo de Correa. Su intervención tranquiliza, genera buenas expectativas para un país que necesita bajar el tono de la disputa política. Los primeros 100 días servirán para saber si sus palabras guiarán las acciones o solo para acumular capital político y salir del incómodo escenario de una elección señalada como fraudulenta y con un margen apretado.

Por ahora, se oferta un cambio de estilo, nada se dice de reformar las instituciones que sirvieron para censurar a la prensa, perseguir a opositores, impedir la organización social o criminalizar la protesta.

Resta saber si estamos frente a un cambio verdadero o si es, como pronunció un entusiasta militante correísta, rompiendo la solemnidad del acto de posesión del presidente Moreno: «compañero Rafael, este es solo un descanso».

Diego Carrasco | @diegocarrasco6 Abogado. Asesor parlamentario, analista político. Asamblea Nacional, Quito

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