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El gobierno de los «likes» y el colapso de la democracia


Sobre Nada es privado, el documental que vincula el uso (y abuso) de los datos de las principales redes sociales con el ascenso al poder de movimientos populistas y el jaque a la institucionalidad democrática.

Lo que antes fue pensado como el sueño de la conectividad ¿está logrando dividirnos más? ¿A quién o quiénes sirven mejor las nuevas plataformas de publicidad digital con microtargeting? ¿A los moderados y al discurso racional, o a los populistas y encantadores de serpientes? Esta no es una reseña. Es la síntesis de nuestra incertidumbre.

El documental de Netflix Nada es privado (en inglés The Great Hack), dirigido por Karim Amer y Jehane Noujaim, y escrito por Amer y Erin Barnett, nos deja una nube de preguntas, preguntas inconclusas, porque a fin de cuentas: ¿son estas cosas las que realmente necesitan respuesta? ¿O son otras que siquiera contemplamos aún?

Enfoca la vinculación entre Facebook/WhatsApp, su oferta publicitaria, el manejo abusivo de los datos y el ascenso (y mantenimiento) de movimientos como el que llevó a Donald Trump al poder, o marcó el triunfo del brexit en Inglaterra, o sirvió de contexto para el ascenso de Jair Bolsonaro en Brasil, o potenció el discurso xenófobo y racista en diversos puntos del mundo. Abuso, mentiras, fake news, alteración de la realidad. El trabajo desarrolla toda la trama del escándalo Cambrigde Analytica mostrando la interna de la consultora. En ese aspecto deja un sabor amargo, de revancha, pero saca a la luz un contingente de información que servirá al público a la hora de tener una idea sobre qué pueden hacer las multinacionales de las redes sociales con nuestros datos personales.

¿Este es el mayor reto que tiene por delante la democracia? ¿Es esta práctica de manejo de datos la que puede llevar al colapso el sistema vigente?

En su cierre, el documental deja ver que el manejo de los datos no solo puede ayudar a que outsiders, antisistemas y populistas lleguen al gobierno, erosionando la percepción positiva sobre la institucionalidad democrática en el camino, sino que puede ser la herramienta más eficaz para mantenerlos en el poder. La microsegmentación a partir de los cientos de puntos de información que deja nuestro rastro en Internet, ¿sirven para un espejismo fugaz o para cambiar una condición de forma permanente? Pero, ¿es totalmente así? Trump y Bolsonaro, por ejemplo, han visto descender su popularidad progresivamente desde que fueron electos presidentes. La campaña a la reelección del presidente estadounidense en 2020 será una prueba de fuego para esta tesis.

¿Y luego? Luego de la comprobación de la incidencia efectiva de las plataformas de publicidad de las redes en la conducta de los electores de una forma nunca vista antes, ¿qué sigue? ¿El caos? ¿El conflicto contra el Estado? Nuestro presente es el de una civilización con potencias desconectadas y en permanente tensión midiendo quién aprieta primero el detonador. ¿La falta de acuerdo en temas vitales para la humanidad como el cambio climático o la defensa de los derechos fundamentales es apenas un prólogo?

Cuando la evolución del teléfono introdujo la novedad de los call centers o el mensaje de texto (SMS) permitió estrategias de campaña impensables en la era del papel y el lápiz (hace apenas treinta atrás, un átomo en la historia universal), ¿el mundo democrático tuvo tal avalancha de interrogantes? ¿Alguna vez fuimos tan interpelados como ahora? ¿Nos vimos tan al borde, tan al límite? ¿Tan rehenes?

Posiblemente no, por eso estas palabras —en 24 horas o menos— serán un recuerdo microscópico en la historia y de inmediato tendremos otras más desafiantes.

Pareciera que estamos ante problemas de naturaleza diferente: por un lado, el abordaje de retos como el de la privacidad de los datos (algo sobre lo que se habla poco o nada en la prensa y en las redes sociales) y su manejo por corporaciones con capacidad organizativa, logística y financiera mayor a muchos países juntos; y por otro, el acuerdo de nuestra propia clase dirigente para acordar este abordaje.

Es decir, nuestro problema es el problema en sí mismo, pero también el acuerdo (también la forma y el tiempo) que necesitamos para atenderlo.

Nada es privado lo sugiere en su síntesis final: «divide y vencerás», una estrategia quizá no inscrita en las bases de plataformas como Facebook y WhatsApp, pero sin duda sí en la obra que le están dejando al mundo.

En el universo de estas corporaciones, la intriga, el acceso al poder y el control de la información son elementos en permanente articulación. Mientras jugamos en nuestros celulares o leemos noticias falsas, opera toda una industria de los datos lucrando e inclinando la balanza a su favor.

Cuando comencé a usarla en el año 2006, Facebook era una red que me conectaba con gente similar. Hoy es un océano de memes, publicaciones alegres, videos divertidos y controversia. Unos algoritmos dominan lo que «queremos» ver y escuchar. Mientras menos importante, mejor, ya lo advirtió Mario Vargas Llosa en su fulminante ensayo La civilización del espectáculo.

Vea el tráiler del documental Nada es privado.

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