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El martirio de Árbenz, la tragedia de América Latina


Cual cirujano, Mario Vargas Llosa utiliza el bisturí de su pluma en Tiempos recios (Alfaguara, 2019) para enmendar la desfiguración de un trágico episodio histórico de la Guatemala de la década de 1950 que terminó teniendo influencia en el derrotero de una violenta América Latina.

El género de ficción es un refugio del autor para no dejar hendijas en una historia de no ficción con claroscuros como la que transcurre en Guatemala en el periodo comprendido entre la Revolución de octubre de 1944 —que puso fin a la dictadura de Jorge Ubico—, los gobiernos democráticos de Juan José Arévalo (1945-51) y luego de Jacobo Árbenz (1951-54), quien cae por un golpe de Estado, hasta la dictadura del coronel Carlos Castillo Armas, asesinado a balazos el 26 de julio de 1957 por un complot aún irresoluto.

El premio Nobel de Literatura 2010 construye un relato muy bien logrado en la honesta reivindicación de la figura trágica de Árbenz, injustamente vilipendiado durante la guerra fría —y que marcó su periplo vital en el exilio hasta el fin de sus días— con la vil acusación de Estados Unidos, afiebrado por el macartismo, de ser un títere soviético en tierras guatemaltecas, a solo unas cuatro horas en avión de Washington.

Al reconstruir esta aciaga historia política del primer país de América Latina difamado con la malicia de que un presidente ajustado a derecho estaba al servicio del comunismo de Moscú, el escritor y ensayista peruano nos hace tomar conciencia de que lo único novedoso de la posverdad es la expresión en sí misma, mas no su significado, que nos remite a la propaganda y a la manipulación, y al «impulso autoritario contrario a cualquier confrontación con la verdad», una amenaza siempre latente y muy dañina para la convivencia democrática (Ibáñez Fanés, 2017).

La Guatemala de Árbenz es el primer ejemplo de una campaña de noticias falsas (fake news) en la región, pergeñada por el publicista Edward L. Bernays para su cliente Sam Zemurray, el presidente de la multinacional estadounidense United Fruit Company, que producía y comercializaba frutas tropicales, principalmente banano, en países de Centroamérica como Guatemala y en Colombia.

Una compañía que hizo pingües negocios no solo por el interés del banano entre los consumidores estadounidenses, sino porque había montado una explotación muy lucrativa basada en la exención fiscal en América Central y un régimen de trabajo más cercano al feudalismo que al capitalismo democrático.

El teniente coronel Árbenz, uno de los referentes de la Revolución de octubre de 1944, llegó a la presidencia en unas elecciones democráticas con la sana intención de profundizar la obra social de su antecesor Arévalo, un socialista espiritual que había hecho algunas reformas pero siempre dentro del sistema capitalista.

La reforma agraria en un país rural, mayoritariamente de indígenas y de una organización económica y social de primitivismo feudal, fue la principal bandera de Árbenz y el excluyente motivo de su obligada renuncia ante la pérdida de apoyo de los jefes militares y el avance de una cruzada liberacionista comandada por el coronel Carlos Alberto Castillos, apoyada por Estados Unidos y orquestada por la CIA.


La reforma agraria de Árbenz significó que la United Fruit Company perdiera sus privilegios fiscales y sus tierras improductivas, algo que no estaba dispuesta a aceptar, no solo por el impacto del negocio en Guatemala, sino por el temor al efecto contagio en los otros países de la región donde también gozaba de privilegios impositivos. También fue un plan que disgustó a los terratenientes guatemaltecos.

Y ahí es cuando empezó a tallar la manipulación comunicativa de Bernays que, proporcionando información falsa a diarios liberales de Estados Unidos, terminó convenciendo al gobierno de Dwight Ike Eisenhower de que la Guatemala de Árbenz se estaba convirtiendo en una cabecera de playa de la Unión Soviética de Nikita Jrushchov con el oscuro propósito de apoderarse del estratégico canal de Panamá y extenderse por América Latina.

Una teoría conspirativa, un efectivo síndrome de complot que es tan antiguo como el mundo, ante una honesta preocupación del presidente por encontrar una solución al problema de la injusta distribución de la tierra que reproducía la desigualdad, especialmente entre la mayoría indígena.

Desde su primer discurso como presidente, se puede comprobar la verosimilitud del punto de vista de Vargas Llosa de que Árbenz estaba animado por reformas económicas y sociales en el marco de la democracia y de respeto al Estado de derecho. Él quería «convertir» a la Guatemala «dependiente y de economía semicolonial» en una nación económicamente independiente; que el atraso semifeudal diera paso a una modernidad «capitalista».

Y qué ironía, además, de que las reformas estuvieran inspiradas en el modelo de Estados Unidos por la influencia de la primera dama, la salvadoreña María Cristina Vilanova, quien jugó un papel decisivo en la sensibilidad de Árbenz por los problemas sociales.

Es cierto que durante la ejecución de la reforma agraria hubo extremistas de izquierda que impulsaron un modelo soviético de colectivización de tierras y que intentaron arrebatar campos por la fuerza. Es cierto también que Árbenz estuvo muy cerca de dirigentes comunistas guatemaltecos, a quienes respetaba en la discrepancia.

Pero el autor de Tiempos recios insiste: «Árbenz estaba seguro de que la reforma agraria cambiaría de raíz la situación económica y social de Guatemala, sentando las bases de una sociedad nueva a la que el capitalismo y la democracia llevarán a la justicia y a la modernidad».

El teniente coronel Árbenz fue la primera víctima de la obsesión de Estados Unidos con el eventual avance del comunismo, pero en un país donde las ideas marxistas-leninistas eran absolutamente marginales y muy contrarias al presidente derribado.

La campaña planificada por el publicista Bernays ocurrió en el contexto adecuado por la interpretación de administraciones estadounidenses de que el «radicalismo latinoamericano y el comunismo de tipo soviético eran aliados naturales», en una región que para Estados Unidos «equivalía a la sensibilidad rusa con las zonas eslavas de Europa» (Arne Westad, 2018).

Es posible que Árbenz pudiera ser calificado de radical, pero de ningún modo era un hombre de ideas comunistas, que solo era concebible por una guerra fría que «nublaba el juicio tanto de las élites latinoamericanas como del gobierno de Estados Unidos», y que a largo plazo no benefició a nadie (Arne Westad, 2018).

El relato de Vargas Llosa nos recuerda el papel de Estados Unidos en la barbarie y la violencia que sufrió la región durante la guerra fría y que inauguró el golpe de Estado de Castillo Armas de 1954.

Consciente de que es una tesis arriesgada, es interesante especular sobre el rumbo que hubiese tenido la Revolución cubana y la alianza de Fidel Castro con el régimen de Moscú si Árbenz hubiese llevado a cabo sus reformas para la modernización de Guatemala con el apoyo de Washington.

«Mi impresión —dijo Vargas Llosa en la presentación del libro en Casa de América, en Madrid— es que la historia sería otra si Estados Unidos no hubiera derrocado a Árbenz. Fidel Castro no se hubiera radicalizado, su primer programa estaba más cerca de la socialdemocracia».

La derrota del presidente guatemalteco, «llevó a muchos, yo incluido, a pensar que la democracia no era posible y había que buscar el paraíso comunista», opinó el premio Cervantes de 1994.

Árbenz cayó acusado de un falso complot que, como escribió una vez Umberto Eco, «quizá se oculte siempre la conspiración de alguien que tiene todo el interés en presentárnosla como verdadera». (Eco, 2016). Y, claro, que también tiene que haber alguien que crea en determinada fake news por algún motivo, contaminado por un estereotipo… como Estados Unidos, cegado por el temor al comunismo en América Latina.

Bibliografía

Eco, Umberto (2016). De la estupidez a la locura. Montevideo: Lumen. Arne Westad, Odd (2018). La guerra fría. Una historia mundial. Galaxia Gutenberg,

 

Ficha técnica

Tiempos recios Mario Vargas Llosa Madrid: Alfaguara, set. 2019 ISBN 9789877386455 360 pp.

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