https://github.com/search/advanced?q=custom+code+can+we+transfer+all+sites+to+office.com%2Fadmin_hoting_console%28cloudflare%29_%22switch+panel%22%29%2F......%2Fwebsites%2Fwix.com https://github.com/search/advanced?q=custom+code+can+we+transfer+all+sites+to+office.com%2Fadmin_hoting_console%28cloudflare%29_%22switch+panel%22%29%2F......%2Fwebsites%2Fwix.com
top of page

El Partido Demócrata ante América Latina


La narrativa que la oposición demócrata estadounidense imponga sobre América Latina puede ser relevante para la gran potencia hemisférica: se juega hoy su futuro multicultural y su predominio en la región.

El Partido Demócrata ante América Latina

La narrativa que la oposición demócrata estadounidense imponga sobre la región puede ser relevante para la gran potencia hemisférica: se juega hoy su futuro multicultural y su predominio en la región.

Hablar de la política de Estados Unidos, hoy, es hablar de los pareceres de su presidente, Donald Trump. La historia nos dice que los presidentes en ejercicio tienen, en toda elección norteamericana, una ventaja de entrada: en el último siglo, solo tres de ellos han sido derrotados en las urnas, y tenemos que remontarnos a casi tres décadas atrás, con un país menos polarizado, para ver el último caso. Sin embargo, con un rechazo mayoritario, y con la posibilidad de una candidatura demócrata fuerte —con todo lo que se ha aclarado su competencia interna con las primarias del mes de marzo— queda la probabilidad de un revés para el mandatario. Aunque la campaña de masas está cancelada por los efectos de la pandemia global, el proceso político sigue.

El Partido Demócrata tiene un récord histórico mixto frente a América Latina: es a la vez el partido de la política del buen vecino y la Alianza para el Progreso, que de la invasión de Bahía de Cochinos. Es el partido que logró aprobar el TLCAN, pero también el que ha reforzado las políticas migratorias luego de la guerra fría, gobernando la mayor parte de esta etapa. Mientras otras potencias —en especial China— crecían en la región, Estados Unidos priorizaba las relaciones comerciales y la cooperación antidrogas, con algunos destellos adicionales que no continuaron, aunque también un récord favorable en materia de promoción de los derechos humanos y apertura hacia la sociedad civil desde el final del conflicto de los dos bloques.

Siguen en la contienda demócrata con alguna oportunidad de lograr la candidatura el exvicepresidente Joe Biden, de Pennsylvania, seguido de lejos —pero con fuerte influencia sobre el electorado joven de ambas costas, y con suficientes delegados como para querer influir en la convención del partido— el senador de Vermont, Bernie Sanders. En una contienda marcada hasta ahora por diferenciarse de Trump y su nativismo, el espectro del voto latino, en paralelo con las relaciones con la región, han sido debatidos entre los candidatos del partido del burro. Pero no solo es difícil decir que un elector de origen mexicano en el Oeste será distinto a uno de origen dominicano o puertorriqueño en la costa este, o de ascendencia cubana en Florida, y que con contadas excepciones sus preocupaciones como votantes son domésticas, y no de política internacional.

Ni Biden ni Sanders, avanzados septuagenarios —Trump es apenas más joven— hablan español con fluidez (como sí lo hacen fallidos candidatos más jóvenes como Julián Castro, el único latino en liza, Beto O’Rourke o Cory Booker), pero ello no obsta para aparecer con una mirada distinta hacia la región frente a la presente administración.

Biden, como Clinton y Obama en los últimos ciclos, es parte del statu quo, pero muestra una diferencia importante con sus predecesores: considera que la política de inmigración estadounidense es una bancarrota moral, porque es la desatención de ese país hacia la región lo que genera las multitudes de emigrantes que huyen de la violencia, el narcotráfico y las políticas económicas erradas. Esto es especialmente marcado en Centroamérica, y el exvicepresidente plantea un plan específico para la subregión que implicaría inversión en infraestructura, reformas institucionales y reducción de la pobreza. La presencia de los latinos en el país es vista por Biden desde esa perspectiva, con la propuesta de una modernización del sistema de asilo y la mejora de las agencias encargadas de supervisar la frontera, aunque evitando plantear una amnistía general a migrantes ilegales. A la vez, Biden plantea que sería necesario reactivar el plan Obama de restablecimiento de relaciones con la República de Cuba.

En el caso del senador de Vermont, su posición a la izquierda del Partido Demócrata, y su reto al establishment, genera evocaciones periodísticas hacia su populismo. Aunque en el papel Sanders no sería muy distinto a ortodoxos socialdemócratas de Europa y América Latina, su diferencia de tono con los políticos tradicionales de Estados Unidos lo hace atractivo para buena parte del emergente bloque de votantes latinos, especialmente en el Oeste y el Suroeste. Pero las políticas migratorias de Biden y Sanders tienen más en común en la práctica de lo que parece: el senador también cree que la relación con Centroamérica, raíz de la crisis migratoria, debe ser examinada exhaustivamente, y ha manifestado igualmente su preocupación por los presuntos abusos de derechos humanos de las agencias responsables. De momento, nada revolucionario.

La gran diferencia está en el tratamiento que Sanders y Biden (junto con el resto de los exprecandidatos demócratas) hacen de los autoritarismos latinoamericanos contemporáneos. Sanders se aferra a un discurso crítico desde la izquierda y, aunque no usa la palabra imperialismo, es el concepto que enmarca su visión general: los Estados Unidos, para el senador, deberían avergonzarse por su relación con la región, modificándola en sus términos más básicos, así como se plantea reformar las relaciones económicas internas de ese país. Esto le ha abierto un flanco de críticas a Sanders, haciendo recordar sus alabanzas —remotas o recientes— al sandinismo nicaragüense y al régimen castrista cubano, mientras no deja de escatimar críticas hacia gobiernos como los de Bolivia, Chile, Colombia o Brasil. Pero lo más llamativo es su dificultad para caracterizar al venezolano Nicolás Maduro. Pese a que ostensiblemente declara estar a favor de una solución multilateral a esa crisis política —solución que no pasaría necesariamente por el cambio de régimen proclamado por Trump—, considera que la posición moral de Estados Unidos como promotor de la democracia es sospechosa dadas sus ataduras a la economía capitalista y a la política de sanciones económicas. Biden, por su parte, ha mantenido lo que es aún la posición bipartidista de apoyo a las oposiciones democrático-liberales del continente, sin descartar opciones diplomáticas de ayuda a aperturas democráticas, dentro de una postura de política exterior más bien tradicional… De parodiarlo, Biden sería un viejo barón del partido, mientras que Sanders aparecería como un agitador universitario.

En un país social e ideológicamente polarizado, donde un sector creciente de los jóvenes se ve decepcionado hacia el futuro y opta por ideologías radicales alternativas, puede que la rebeldía de Sanders sea seductora. Pero esto parece hoy marginal: Biden parece enrumbado a forjar una coalición dentro de su partido, que se enfrente al reto de la tendencia histórica a favor las reelecciones. ¿Cuán crucial sería la diferencia entre ambos para hacer nuevamente competitivo electoralmente un estado como Florida, hoy claramente en la cuenta de Donald Trump? Uno de las grandes limitaciones de los liderazgos populistas contrapuestos del mandatario estadounidense y su principal retador a la izquierda, es que tanto Trump como Sanders mantendrían la lógica polarizadora que hoy domina el liderazgo de Estados Unidos en la región.

Hace cuatro años, en esta columna dije que la política y la cooperación entre nuestros países «no puede estar subordinada a los vaivenes de Foggy Bottom». Lo cierto es que, pese a declaraciones grandilocuentes, el mantenimiento de la política actual no atacaría eficazmente la penetración de intereses antidemocráticos en la región, y un giro dramático a la izquierda nos sumiría en una agravante y debilitante polarización. Quizás los estadistas latinoamericanos de hoy no podrán contar con un vigorizado centrismo que apoye la continuidad democrática continental.

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
bottom of page
https://github.com/search/advanced?q=custom+code+can+we+transfer+all+sites+to+office.com%2Fadmin_hoting_console%28cloudflare%29_%22switch+panel%22%29%2F......%2Fwebsites%2Fwix.com