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El sistema multilateral en riesgo


A principios de 2019, un grupo de expertos latinoamericanos con extensa experiencia personal y directa en comercio internacional y en la gobernanza del sistema multilateral de comercio formamos el Grupo de Punta del Este, una red independiente creada para la defensa del sistema multilateral de comercio y la reforma de la Organización Mundial de Comercio (OMC). [1]

Nos motivó nuestra preocupación compartida por el debilitamiento de la cooperación internacional como instrumento de conducción de las relaciones internacionales y la peligrosa erosión del sistema de normas, instituciones y principios sobre los que se asentó el crecimiento del comercio y la economía mundial desde 1947.

El disparador más urgente de nuestra preocupación fue que la OMC está a punto de perder su sistema de solución de diferencias, lo cual tendrá enormes implicancias. La más visible e inmediata es que los países ya no contarán con el pilar judicial que sostiene al sistema de comercio internacional basado en reglas. ¿Cómo resolveremos los países nuestros problemas y diferencias comerciales, sin la posibilidad de recurrir al sistema de solución de disputas de la OMC? Este hecho, que se concretará el 11 de diciembre próximo, cuando el Órgano de Apelación ya no cuente con el número de integrantes necesario para poder funcionar, es solo la punta más visible de un iceberg más profundo: el colapso del gran edificio de la institucionalidad multilateral, que acompañó la liberalización del comercio internacional de posguerra y permitió su crecimiento desde 1947 hasta hoy. Con el quiebre del marco institucional GATT/OMC arriesgamos perder un avance civilizatorio fundamental que permitió, en especial a las economías pequeñas y medianas y, muy en particular a las del mundo en desarrollo, moverse y avanzar sobre la base de normas claras y no discriminatorias, que brindaban certezas y previsibilidad. Al cuestionarse su vigencia, vislumbramos un futuro mucho más conflictivo, en el que al aumento de la incertidumbre se sumará la falta de seguridad jurídica, con consecuencias muy negativas para los operadores comerciales, inversores, consumidores y gobiernos. En el corto plazo, ya se han debilitado las perspectivas de expansión económica; y, en el largo, se restringirá la potencialidad del comercio internacional como instrumento para impulsar el crecimiento y financiar el desarrollo.

Esta crisis del multilateralismo no se limita al área comercial, aunque sea ella el centro de las preocupaciones del GPE. Estamos ante un cambio de paradigma. La política de poder, siempre presente en el sistema internacional, está ahora sustituyendo y sofocando la cooperación internacional basada en reglas. Estados Unidos, la principal potencia económica, militar y tecnológica del mundo, está poniendo en cuestión el sistema internacional que él mismo impulsó desde 1945. En el plano político y de seguridad, Estados Unidos cuestiona a las Naciones Unidas y condiciona fuertemente su financiamiento; se retiró del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, se retiró también del acuerdo multilateral nuclear con Irán; cuestiona la financiación americana y el rol mismo de la OTAN; entabló un diálogo directo con Corea del Norte y con Rusia, de alcance y contenido indeterminados. En el plano económico-comercial se retira de las negociaciones de un acuerdo transatlántico con la Unión Europea; plantea un acuerdo bilateral con el Reino Unido de borroso contenido pero intensión claramente disruptiva de la Unión Europea; renegocia su principal acuerdo comercial con Canadá y México; se retira de un megaacuerdo regional transpacífico (TPP); toma medidas contra las inversiones americanas offshore y aplica una batería de medidas proteccionistas violatorias de los límites y procedimientos acordados en la OMC.

Pero no es solo el comportamiento de Estados Unidos el que explica la situación actual. Otras causas son el neonacionalismo, al que se incorpora una visión mercantilista;[2] la traslación del eje del poder económico hacia Asia y el desafío hegemónico chino a los Estados Unidos. Vivimos tiempos de profunda turbulencia geopolítica y geoeconómica, en los que la estructura económica del poder mundial cambia rápidamente y en los que el enfrentamiento entre China y Estados Unidos puede llevar al mundo a una dicotomía bipolar similar al de la guerra fría.

En un mundo que se retrotrae al siglo XIX pasando a administrar las relaciones internacionales sobre la base de la política del poder en lugar de la cooperación; en un mundo que pasa del paradigma del libre comercio al del proteccionismo nacionalista; del multilateralismo a un enfrentamiento dicotómico bipolar sin reglas, nuestra defensa del sistema de reglas multilaterales no es naif ni nostálgica, sino una manera práctica de defendernos y sobrevivir. No podremos alcanzar nuestras metas de desarrollo con menos y más cerrado comercio internacional. El multilateralismo es condición necesaria, aunque no sea de por sí suficiente, para el crecimiento y el desarrollo.

El mundo contemporáneo es profundamente interdependiente y globalizado. La globalización, aunque afectada en su anclaje institucional y normativo multilateral, seguirá adelante, por cuanto es resultado de la imparable revolución tecnológica que, en forma cada vez más acelerada, acorta los tiempos y achica los espacios geográficos, acercando gente, productos, servicios, capital y sobre todo ideas. El futuro al que nos enfrentamos es entonces, con certeza, el de un mundo global. Pero ¿es posible para países como los nuestros —o en su caso, para cualquiera, incluso los no tan pequeños— sobrevivir y desarrollarse en un contexto de globalización sin normas?

En el Grupo Punta del Este creemos que América Latina tiene que ser más visible y en forma concertada reafirmar nuestro rechazo al unilateralismo y promover la cooperación internacional como único instrumento eficaz para enfrentar los desafíos globales que el presente y el futuro nos deparan en términos de sostenibilidad económica, ambiental y social.

Notas

[1] El Grupo Punta del Este es una red independiente que no representa a miembro alguno de la OMC, ni a ninguna institución privada o pública. Sus miembros actúan a título individual, voluntario y con base en una experiencia personal, directa y extensa. Han tenido distintas responsabilidades, en negociaciones comerciales globales, regionales y bilaterales y, sobre todo, en la gobernanza de instituciones del sistema multilateral de comercio, en distintos órganos de la OMC, el FMI, el Banco Mundial y la UNCTAD.

[2] El giro proteccionista de la política comercial no se reduce únicamente a China y Estados Unidos en su guerra bilateral, sino que puede observarse en muchas de las principales economías nucleadas en el G20.

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