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El vestido masculino de la mujer política en Colombia


En 2019, menos del 20 % de las mujeres ocuparon cargos de elección popular y actualmente tienen el 22 % de las bancas en el Congreso. Reafirmar las características positivas de lo femenino y demostrar las capacidades en lo que se ha considerado exclusivo de la experticia masculina es la meta.

Si bien las mujeres han desempeñado un papel preponderante en la historia y desarrollo del país, su protagonismo se ha visto degradado en la narración de los diferentes procesos nacionales. La independencia es apenas uno de los ejemplos de la invisibilización de las posiciones, decisiones y acciones políticas que han realizado las mujeres en Colombia. Personajes como la ecuatoriana Manuelita Sanz, quien luchó por la libertad de las colonias españolas desde antes de conocer a Simón Bolívar, terminó reducida en el imaginario nacional a ser reconocida como una de las amantes del hombre que gestó la independencia de los virreinatos de la Nueva Granada y Perú.

La cátedra de Historia, que apenas retornará a las aulas colombianas a partir de 2020, se había abandonado hace veintitrés años en las instituciones educativas del país y se dictaba de manera parcial dentro del área de las Ciencias Sociales. Allí poco o nada se mencionaba sobre la labor y liderazgo de cientos de mujeres en la construcción de la nación; por lo tanto, no sorprende que a Colombia le quede un largo camino por recorrer en materia de paridad real y reconocimiento de los derechos de las mujeres.

A pesar de los importantes avances alcanzados en el campo del empoderamiento y la participación femenina, a través de leyes como la 581 del 2000 [1] o la 1257 de 2008, [2] según ONU Mujeres, PNUD e Idea Internacional, en 2019. menos del 20 % de las mujeres ocuparon cargos de elección popular; así mismo, en las últimas elecciones legislativas realizadas en 2018, de 258 escaños posibles en la Cámara de Representantes y el Senado, sólo lograron 56 curules (31 y 25 respectivamente) que representan un 21,7% del total de parlamentarios.

En este sentido, es interesante evaluar qué tipo de mujeres son aquellas representantes que actualmente se desempeñan en cargos públicos y si realmente personifican los intereses de su género. Curiosamente algunas de las mujeres políticas más reconocidas de Colombia, sin importar su corriente ideológica, tienen una gran similitud: visten su personalidad de rasgos masculinos, muestran un carácter fuerte y usan un tono de voz alto como vehículo hacia una posición de poder.

Ello puede ser explicado a partir de la concepción de la ciudadanía frente a las capacidades de las mujeres como líderes políticas, según lo planteado por Huddy y Terkilsen  (1993), [3] si bien se considera a la mujer como individuo con mayor competencia en temas como salud, educación y cultura, se duda de sus facultades para el manejo de asuntos de defensa; es decir, todo lo concerniente a los asuntos militares y de protección del Estado, así como se pone en consideración su idoneidad para la toma de decisiones en temas económicos. Mientras la capacidad de argumentar, la firmeza, el dominio, la agresividad y competitividad se reconocen como rasgos masculinos, se señalan la cortesía, apertura, sensibilidad y afecto como atributos femeninos. De igual manera, se trivializa la participación de las mujeres en el ámbito político a partir de elementos como dar visibilidad a su estilo a la hora de vestir en lugar de priorizar su experiencia o sus posturas ideológicas; de modo que la apropiación de ciertas actitudes del género contrario por parte de las mujeres políticas no es sino una estrategia y un mecanismo de rebeldía contra el sistema de engañosos prejuicios a los que han sido sometidas.

La trampa de la estrategia se encuentra en que una vez se controvierten los estereotipos se les asignará un nuevo adjetivo a todas esas mujeres decidan romper el molde establecido; por ende, corren el riesgo de ser vistas como agresivas, altisonantes, mandonas, caso que en la actualidad identifica a gran parte de las mujeres más reconocidas de la política nacional en Colombia, como Claudia López, actual alcaldesa de Bogotá; Paola Holguín, senadora en ejercicio; o la exsenadora Piedad Córdoba. Las tres de espacios políticamente diferentes, pero con estas características comunes.

Para erradicar el estereotipo negativo tampoco se puede caer en un escenario en el que se validen únicamente los valores masculinos o en el que se termine representando un estilo de mujer más cercano a los intereses de los hombres. Reafirmar las características positivas de lo femenino y demostrar las capacidades en lo que se ha considerado exclusivo de la experticia masculina debe ser la meta principal para abrir camino a las nuevas generaciones de mujeres políticas.

En este punto es importante señalar que, para el caso colombiano, mayor participación de las mujeres no significa un mayor porcentaje de mujeres electas. Las mujeres representan un gran potencial electoral, pero persisten grandes barreras para acceder a los cargos de toma de decisiones. En un país con los antecedentes históricos de Colombia no es de extrañar que se ponga en duda la capacidad de una mujer para afrontar los desafíos que ello implica, sin embargo, es necesario trabajar en fortalecer la confianza, ofrecer propuestas y representación real que cautiven el voto femenino.

A pesar de ello, el escenario político para la mujer en Colombia está viviendo un momento histórico. Por primera vez, dos mujeres ocupan cargos públicos de gran importancia nacional: la vicepresidencia de la República por Marta Lucía Ramírez, a quien su postura conservadora a lo largo de toda su carrera la sitúa lejos de las corrientes feministas que defienden temas controversiales como por ejemplo el derecho al aborto voluntario, y Claudia López, primera alcaldesa de Bogotá, del partido Alianza Verde (centroizquierda), quien además es homosexual, ambas aún en sus diferencias representan esa dualidad de lo femenino/masculino en el poder y son un hito para las mujeres que representan y no representan.

Notas

[1] Ley 581 del 2000: reglamenta la adecuada y efectiva participación de la mujer en los niveles decisorios de las diferentes ramas y órganos del poder público, de conformidad con los artículos 13, 40 y 43 de la Constitución Nacional y dicta otras disposiciones.

[2] Ley 1257 de 2008: dicta normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres, reforma los Códigos Penal y de Procedimiento Penal, y la Ley 294 de 1996, y dicta otras disposiciones.

[3] Citados por el autor en López Hermida Alberto (2009). La campaña electoral televisiva de Michelle Bachelet. Santiago de Chile.

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