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¿Es imposible la paz con el ELN?

La guerrilla del ELN ejecuta el acto terrorista reciente más importante en Colombia.

Y sí: el ELN hizo trizas las posibilidades de un acuerdo de paz. Al menos, por ahora, la puerta está cerrada. Una detonación de 80 kilos de pentolita a bordo de una camioneta, conducida por un kamikaze miembro de la guerrilla más antigua de Colombia en actividad, sembró de terror la Escuela General Santander y sus alrededores en Bogotá, donde se forman jóvenes cadetes de policía y desarrollan actividades académicas y deportivas.

El atentado perpetrado en la mañana del 17 de enero dejó 21 fallecidos (aunque el causante de la tragedia esté incluido) y cerca de 70 heridos. Y más allá del dolor causado a las víctimas directas y familiares, provocó una respuesta masiva de repudio y solidaridad en la ciudadanía. Las marchas, demostraciones y cubrimientos de los últimos días, liderados por el presidente Iván Duque, muestran a un país cansado de la violencia pero que, a pesar de haber logrado el acuerdo de paz con las FARC en el gobierno previo de Juan Manuel Santos, aún se resiste a ser pacificado por completo.

Y es aquí donde surge la pregunta central: ¿Colombia debe volver a la guerra frontal contra la amenaza guerrillera o, por el contrario, debe seguir intentando consolidar un proceso de negociación de paz estable y definitivo?

Por el momento la respuesta es la polarización y endurecimiento hacia el mal llamado Ejército de Liberación Nacional y su devenir violento, que está marcado no solo por medio siglo de desprecio a los derechos humanos (con cinismo ya reivindicaron la autoría del atentado y su ignorancia sobre el derecho internacional humanitario y los protocolos adicionales de Ginebra), sino por el desgaste de su discurso político desde hace décadas, su proximidad a la Venezuela chavista, sus vínculos con el narcotráfico, el secuestro y la afectación al medioambiente.

Pero esto no basta, porque los conflictos se suelen terminar por derrota o negociación, y Colombia ha demostrado —como sucedió en Vietnam y en tantos ejemplos— que la guerra irregular tiene la capacidad de extender su crueldad en el tiempo. Por eso, ante los fallidos intentos de negociación y la dificultad de encontrar un interlocutor, este siniestro evento se enmarca en la lógica de una guerrilla desesperada por llamar la atención. Y lo logró.

Ahora que Colombia ha procedido a reclamar a Cuba la entrega de los representantes del ELN que están en la isla como delegados en las exploraciones de paz, parece que prima más la molestia que la razón cuando se obvia un protocolo de salida para estos casos. Y lo es en el sentido que debe concentrarse en el legítimo llamado de Duque a la unidad, pero decidiendo de una vez por todas si es por la guerra total o la paz. Y, cualquiera que sea el caso, la lógica indica que lo único que queda por hacer es avanzar en un nuevo ciclo de enfrentamiento que eventualmente obligue a la guerrilla a sentarse al diálogo.

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