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Guatemala 2019: receta para intentar debilitar la democracia


A través de una breve receta gastronómica se pretende poner sobre la mesa los ingredientes que han llevado a la situación actual de la democracia en este país. Lo que ocurra después del proceso electoral aún es una incógnita.

La democracia, como forma de organización social que atribuye la titularidad del poder a la ciudadanía, ha sido discutida por más de dos mil años. Sin embargo, tantas definiciones existen como libros de ciencias políticas, que complican su interpretación y abordaje.

Una rápida mirada desde lo filosófico, dogmático y académico permite entender lo polisémico del concepto.

«En la democracia el ciudadano no está obligado a obedecer a cualquiera; o si obedece, es a condición de mandar él a su vez; y he aquí cómo en este sistema se concilia la libertad con la igualdad». (Aristóteles, Política, segunda mitad del siglo IV a. C.)

Nótese que la democracia implica relaciones de poder cuyo equilibrio y cooperación está condicionada por el respeto de la norma y la aplicación de valores.

«Y si el mal gobierno se ejercitare por muchos, se llama democracia… que es, cuando la junta de los plebeyos por su muchedumbre oprime a los más ricos, y entonces todo el pueblo es como un solo tirano». (Tomás de Aquino, De Regimine Principorum, siglo XIII)

Nótese que en democracia no existen salvadores a lo Superman. Pensar que el desarrollo óptimo de una democracia se reduce exclusivamente al desempeño de cualquiera de los siguientes sectores: político, religioso, económico, social, llevaría al error de buscar soluciones salomónicas. Vivir en democracia es responsabilidad de todos.

«Todos aquellos que por riqueza, educación, inteligencia o astucia tienen aptitud para dirigir una comunidad de hombres y la oportunidad de hacerlo tienen que inclinarse ante el sufragio universal una vez éste ha sido instituido». (Gaetano Mosca, Elementi de scienza politica, 1895)

Nótese que la democracia implica la oportunidad de elegir representantes y la obligación de acompañar sus acciones para que, a través de estas, se atiendan los intereses ciudadanos.

En este punto, espero que el lector coincida conmigo en que lo mejor —o al menos—, lo más inmediato para evitar pasarnos otros dos mil años es referirnos a los elementos/ingredientes que pueden debilitarla, porque la democracia es tan benigna que se torna vulnerable cuando no recibe un trato adecuado.

Por ello, permítame sugerir la siguiente receta que utilizan quienes tienen la intención de poner en riesgo la democracia.

Ingredientes

  1. 11 gramos de problemas estructurales. Una revisión y análisis de la base de datos del Barómetro de las Américas [1] da cuenta que, en Guatemala, entre 2004 y 2015, los tres principales problemas para la ciudadanía han sido: desempleo, delincuencia e inflación. Independientemente de los gobiernos que han sucedido por 11 años, ninguno ha logrado atender dicha problemática. Y un problema que se acumula eventualmente se convierte en crisis.

  2. 75 mililitros de desconfianza institucional. Los mismos datos del Barómetro de las Américas evidencian que en el país la desconfianza en las instituciones alcanza el 75 %, aproximadamente. Entre 1996 y 2017 la ciudadanía ha desconfiado del Poder Judicial, el Gobierno, las fuerzas de seguridad civil, el Parlamento y los partidos políticos. Y una desconfianza permanente abre la puerta a cambios por vías violentas.

  3. 7 onzas de apatía política. Según el estudio más reciente de cultura política de la democracia en Guatemala, 7 de cada 10 personas encuestadas indicaron que no tienen interés en la política como eje principal en donde se articulan las decisiones públicas que tienen efectos directos en la calidad de vida de las personas.

  4. 1 rebanada de reforma electoral sin socializar. Con las elecciones generales de 2015 y los casos de corrupción que involucraron a la entonces dupla presidencial, se inició un proceso de reforma electoral que concluyó con el decreto 26-2016. El esfuerzo —siempre útil, aunque nunca suficiente— consideró cambios para fortalecer la participación ciudadana desde espacios municipales y en el extranjero; mayores controles al financiamiento de los partidos políticos; fortalecimiento en la gestión administrativa y operativa del Tribunal Supremo Electoral (TSE); y lo relativo a los derechos de proselitismo y propaganda de las organizaciones políticas en tiempos electorales y ordinarios. No obstante, aunque los cambios entraron en vigor desde 2016, no se socializaron hasta unos meses antes de las elecciones. Y reforma que no se comunica, no se entiende.

  5. Sal, pimienta y discurso de fraude electoral. Una revisión hemerográfica de medios escritos, radiales y televisivos puede ayudar a entender cómo antes de que iniciara el proceso electoral se comenzó a construir una estrategia para desprestigiar al Tribunal Supremo Electoral (TSE) y al proceso electoral en general. Ya en pleno proceso eleccionario, el discurso de la posibilidad del fraude electoral comenzó a intensificarse. Aunque sin fundamentos, porque el sistema electoral del país descansa en la ciudadanía y en el respeto de la voluntad popular, este ambiente comenzó a envolver el día de las elecciones y continúa hasta la fecha.

Las elecciones generales ocurrieron el 16 de junio de 2019. Ese día, 4,9 millones de ciudadanos (de los 8,14 millones empadronados) emitieron su voto para presidente y vicepresidente, para la corporación municipal y para diputados distritales, Listado Nacional y Parlamento Centroamericano. Sin embargo, hay inconsistencias entre las actas de resultados (documento que se utiliza para la adjudicación de cargos) y los resultados digitalizados para presentarse en tiempo real, según evidencias presentadas por integrantes de partidos políticos.

En consecuencia —y sin ningún precedente desde 1985— el pleno de magistrados del TSE ordenó el cotejo de actas. ¿El problema? Que a más de 15 días no se oficializan resultados municipales y distritales. Diversas organizaciones políticas han solicitado la anulación y repetición de las elecciones. Se siente un ambiente ciudadano de mayor desconfianza en las instituciones y se incrementa la incertidumbre de cara a la segunda ronda presidencial entre Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza, y Alejandro Giammattei, de VAMOS.

Lo que ocurra hasta entonces sigue siendo una incógnita. Lo cierto es que el sistema político y la democracia guatemalteca —en agonía— demandan una reforma integral.

Continuará…

Nota: [1] El Barómetro de las Américas forma parte del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP), de la Vanderbilt University, EUA. Se basa en una encuesta regular sobre las experiencias de los ciudadanos, sus evaluaciones y preferencias, en 34 países de las Américas.

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