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¿Hasta dónde «podemos» llegar?

«Populismo» fue la palabra del año 2016 en España. Este hecho refleja que los movimientos populistas también se encuentran en el centro del debate político español y amenazan con derrumbar el statu quo. ¿Cuál ha sido su verdadero impacto en el país?

El candidato Pablo Iglesias saluda a un simpatizante | Foto: Wikicommons


En los últimos años, nuevos actores han aprovechado el descontento de las clases populares para incrementar su poder y jugar una baza importante en el panorama político. Este fenómeno no es nuevo y a lo largo de la historia podemos encontrar varios ejemplos de populismo, tanto de izquierdas como de derechas, alrededor de todo el mundo. Estos sectores reclaman mantener un vínculo especial con el pueblo y establecen una separación clara entre las clases populares y las élites. Se trata de personajes dotados con un carisma extraordinario que son capaces de llegar al público por medio de las emociones. Sin embargo, parece que actualmente nos encontramos ante un resurgimiento de los movimientos populistas; una especie de boom que se está instaurando en muchos países y que abusa del desagrado popular para lograr legitimidad.

El caso español no es diferente y esta ola de populismo también ha llegado al país ibérico. La crisis económica del 2008 y el debilitamiento de los principales partidos políticos propiciaron el surgimiento de movimientos populistas que al día de hoy se han posicionado en primera línea del sistema político español.

La mejor representación de este suceso la constituye Podemos, un partido que nació como una respuesta de varios intelectuales de izquierdas en contra de la posición de la Unión Europea ante la crisis económica. Su líder, Pablo Iglesias, ha conseguido cautivar a un alto porcentaje de votantes con su elocuente retórica y su gran vehemencia. La propuesta de Podemos llegó en un momento en el que la sociedad española pedía a gritos un cambio en el sistema político que acabara con el bipartidismo PP-PSOE. El partido de Iglesias se identificó desde un primer momento con el sentir del «pueblo», por oposición a la casta, estableciendo esa división en dos de la sociedad tan característica de los populismos (de izquierdas).

La ruptura interna en el PSOE y el desgaste personal de su secretario general han llevado a una bajada histórica de simpatizantes, la mayoría jóvenes que, desilusionados con la gestión de su partido, han decidido confiar en el discurso populista de Pablo Iglesias. Tanto es así que en 2015 Podemos, por medio de un grupo patrocinado, consiguió arrebatar al Partido Popular (PP) el bastón de mando de la capital española, un territorio donde los populares llevaban 24 años consiguiendo mayoría absoluta.

Otro de los alicientes del éxito de Podemos ha sido el descrédito del PP entre las nuevas generaciones. Los escándalos de corrupción y la falta de carisma de Mariano Rajoy alejan a los más jóvenes del partido que dirige el Gobierno. Los hijos de familias que votan tradicionalmente al PP ya no se decantan por la misma opción que sus padres y buscan otras propuestas, como la de Ciudadanos. No obstante, este novel partido que encabeza Albert Rivera aún no ha conseguido plasmarse como una alternativa clara y a pesar de haberse consolidado como cuarta fuerza política en España, los votantes no acaban de confiar en la formación como grupo de gobierno.

Por otra parte, muchos han sido los comentarios acerca de la supuesta financiación de Podemos por parte de Venezuela a cambio de propagar el sentimiento bolivariano en España. El partido ha evitado en muchas ocasiones condenar lo que está sucediendo en el país caribeño. El mes pasado, la portavoz de Podemos en el Congreso equiparó las violencias del Gobierno venezolano con las de la oposición y, al contrario que el PP, el PSOE y Ciudadanos, que mostraron abiertamente su rechazo a la Constituyente venezolana, el partido de Iglesias se limitó a pedir diálogo para alcanzar una «resolución democrática» a los problemas de Venezuela.

Pablo Iglesias, con su característica coleta, su aire desenfadado de camisas de cuadros y su capacidad de oratoria, ha conseguido cautivar a una gran parte de la población española que, disgustada con la situación política que atraviesa el país, ha encontrado en el líder de Podemos un soplo de aire fresco. Nada tienen que ver los discursos de Iglesias —que posee todas las características de un buen orador (contacto visual, paralenguaje, lenguaje corporal, respiración diafragmática, exordios y peroratios llamativos)— con la pobre retórica de Rajoy, quien cada vez pierde más adeptos. Además, el populismo de izquierdas de Podemos contrasta en un continente en el que hoy predominan los populismos de derechas.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. A pesar de haber conseguido el mando de varios ayuntamientos, los resultados de Podemos en las últimas elecciones de 2016 no fueron los esperados y la coalición de izquierdas no consiguió colmar sus expectativas en las urnas. Las cifras conseguidas por su partido no se consideraron abiertamente como un fracaso pero la verdad es que este resultado constituyó un gran fiasco para un grupo que aspiraba a superar en votos al PSOE o incluso adquirir el mando del país. Además, Podemos también presenta diferencias internas, especialmente derivadas de la cuestión de Cataluña y del choque de liderazgo entre sus dos principales figuras.

Así, el debate populista está en primera línea de actualidad en España. Podemos se presenta como un grupo que con su discurso emocional y el carisma de sus líderes aporta opciones más llamativas a un público aburrido del bipartidismo. Lo que comenzó como un pequeño susurro ya ha conseguido formar su concierto, haciendo tanto eco que ha logrado definir la palabra del año del país. Solo el tiempo dirá si este proyecto populista tendrá incluso más repercusión de la que ya tiene y si un día veremos al señor de coleta respirando diafragmáticamente mientras entona su discurso como presidente de España.

Castellar Granados | @castegranados

Española. Estudiante de Relaciones Internacionales y Traducción e Interpretación. Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Becaria en la oficina de la Fundación Konrad Adenauer en Montevideo (2017).

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