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La golpeada Bolivia: lo que fue y lo que vendrá


Que haya mejores días, ese es el deseo de toda Bolivia. De a poco, el país empieza a reordenarse tras la terrible crisis social y política que explotó con las elecciones presidenciales. Acusaciones de fraude electoral, protestas, enfrentamientos y dolor se vivieron este último tiempo. Importantes retos tienen por delante el Gobierno —el de transición y el que será electo— y la sociedad en su conjunto.

Manipulación dolosa de los resultados electorales, 36 fallecidos y más de 800 heridos son datos que reflejan lo suscitado en Bolivia. Sin lugar a duda, la democracia y la sociedad boliviana vivieron las horas más oscuras de su historia contemporánea. Quienes siguen el caso con algo de objetividad e información son conscientes de que la institucionalidad democrática estuvo en una situación extrema, en la que peligró su propia existencia. Un desmesurado intento por mantenerse en el poder llevó a la democracia boliviana al borde del abismo y agravó históricas, pero latentes, tensiones raciales.

Un proceso electoral viciado por generalizadas transgresiones puso en peligro la condición democrática de Bolivia. Sin embargo, las consecuencias estaban en un segundo plano, una nueva gestión parecía ser el único objetivo. Fue así que el otrora Tribunal Electoral oficializaba resultados, pese a las graves acusaciones de irregularidades y a la auditoría de la OEA que todavía se encontraba en proceso. Tampoco parecía importar el riesgo de generar un enfrentamiento; por eso, el pasado Gobierno acusaba a las primeras movilizaciones poselectorales de querer atentar contra el voto indígena y rural, y provocaba una peligrosa desconfianza de un grupo respecto al otro.

La caída de la democracia fue resistida. Se subestimó la respuesta que daría la sociedad. Hoy existe una relativa estabilidad y calma, pero las nuevas elecciones presidenciales serán un complicado desafío para el sistema democrático y para la actual tranquilidad. Más que nunca, Bolivia necesita de un proceso electoral que conecte a todos y marque un después.

Los trágicos episodios de octubre y noviembre, con dolorosos enfrentamientos, pusieron a la luz las grietas existentes en la sociedad. Es claro que Bolivia no ha superado sus históricas tensiones raciales. Por un tiempo, la sola presencia de Morales ayudó, de alguna manera; su imagen impulsó la integración de grupos históricamente relegados. Sin embargo, durante esos 14 años de gobierno, también se utilizó peligrosamente un discurso que se preocupó por mantener latentes esos sentimientos y la percepción de discriminación hacia los grupos indígenas. Se instrumentalizaron rencores y malestares sociales para así afianzar un indiscutible apoyo electoral y, a la vez, disminuir cualquier crítica contra la gestión, particularmente hacia esa forzada intención de ser reelegido indefinidamente.

Una fuente de separación, un constante desacuerdo y desunión; sin duda, la compleja situación en la que fue puesta Bolivia se debe a esa amarga concepción de la vida política. Los avances de un lado se dan a expensas del otro; esa es la noción que ha pesado todo este tiempo. Es cierto, el juego político se basa en contradicciones y divergencias, pero también consiste en la capacidad de generar diálogo y confianza entre los diferentes grupos de la sociedad.

Para superar los actuales desafíos, Bolivia necesitara de un renovado enfoque. Una visión diferente de la política, que se base en un respeto profundo hacia los distintos miembros de la comunidad y a las instituciones democráticas. Una política que promueva un espacio en el que todos se sientan protegidos y respetados, una política como instrumento de integración y con miras al bien común.

«Cuando miras a la cara a la persona que tienes al lado y puedes ver que esa persona es tu hermano o tu hermana, entonces la noche ha terminado por fin y el día ha empezado» [1]

Será un complicado recorrido, pero las crisis liberan fuerzas inesperadas. Habrá que actuar con esperanza aplicada, como afirma Thomas Friedman. Es decir, con una confianza total de que todo saldrá bien, siempre y cuando se trabaje con pasos y actitudes concretas.

[1] Thomas L. Friedman. (2018). Gracias por llegar tarde. Nueva York: Farrar, Straus and Giroux.

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