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La institucionalidad como antídoto


Frente a la crisis del coronavirus en Latinoamérica, los gobiernos más apegados a la institucionalidad, y con componentes más orientados a la cooperación, han tomado decisiones y acciones más rápidas.

Existe una frase, de esas creadas por el ingenio popular, que dice que a América Latina todo llega mucho más tarde. Afortunadamente, en principio, la situación con relación al coronavirus hace que esa frase adquiera un sentido positivo.

Sin embargo, los destinos de los países —y más en nuestra región— muchas veces van de la mano con los estilos de conducción de sus líderes y los niveles de institucionalidad vigentes. Así, podemos repasar un poco cuáles han sido las reacciones de algunos de los presidentes latinoamericanos, y veremos que su accionar ante la situación dice mucho sobre sus estilos de liderazgo y conducción.

Una de las hipótesis que pueden trazarse es que cuanto más personalista es el estilo del presidente, más irresponsable ha sido la manera de lidiar con la pandemia. Esta afirmación parece contradecir una idea a priori sobre liderazgos fuertes y sólidos como constructores y aglutinadores del sentimiento nacional. Históricamente, América Latina ha mostrado una extensa variedad de líderes con un fuerte componente personalista que han sabido conducir a sus países por procesos de modernización de la economía o ampliación de derechos sociales, y que han utilizado justamente ese rasgo como motor y amplificador de las reformas que encararon.

En la actualidad, existen en nuestra región diversos líderes asentados sobre características personalistas, algunas más o menos alimentadas por ellos mismos, o rayanas en la megalomanía. Jair Bolsonaro, Andrés Manuel López Obrador, Nicolás Maduro y Daniel Ortega encabezan esa categoría, y han demostrado a lo largo de la crisis diversas actitudes, cuya mayor coincidencia es la irresponsabilidad basada en la subestimación. El rango abarca desde las declaraciones de AMLO invocando la capacidad del pueblo mexicano de resistencia a invasores, plagas y catástrofes de distinto tipo, pero sin tomar decisiones concretas respecto a la restricción de espectáculos públicos y concentraciones masivas, hasta la convocatoria a movilizaciones, desafiando las recomendaciones de los expertos médicos y poniendo en riesgo no solo su propia salud sino, como en el caso de Bolsonaro (bajo sospecha de estar infectado), la de miles de asistentes a esos actos.

Del otro lado del espectro de los liderazgos, aquellos presidentes más apegados a la institucionalidad, y con componentes más orientados a la cooperación, han tomado decisiones y acciones rápidas (aunque veremos cuán eficaces resultan), basadas en la experiencia de los países europeos y asiáticos, golpeados mucho antes por la enfermedad.

Destaco especialmente en este caso a los presidentes de Argentina, Alberto Fernández, y de Uruguay, Luis Lacalle Pou. A diferencia del panorama de otros países, donde gobierno y oposición han aprovechado la situación desatada en torno a la propagación de la epidemia para reprocharse, o directamente perseguirse políticamente, ambos líderes de las dos naciones rioplatenses se han apoyado en la institucionalidad para fortalecer sus roles de liderazgo en la crisis.

Si bien la mayoría de los presidentes latinoamericanos ha asumido un rol preponderante en la gestión de la crisis, lo que diferencia tanto a Fernández como a Lacalle Pou ha sido el vínculo con los sectores de la oposición a sus gobiernos en esta materia. En el caso de Lacalle Pou (cuya administración tiene apenas quince días de iniciada), mantuvo una reunión para acordar medidas con los presidentes de los órganos de conducción partidaria de los tres partidos más importantes. Además, debido a lo reciente de su instalación, algunos organismos del Estado, como por ejemplo la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), aún mantienen el directorio designado por el gobierno anterior, con mayoría de la actual oposición. Sin embargo, la colaboración y el trabajo han sido plenos y constantes.

En el caso argentino, el presidente Fernández ha exhibido un rol de liderazgo y conducción más fuerte, decretando cierre de fronteras, reforzando los controles de precios y abastecimiento en diferentes sectores comerciales, e incluso expulsando extranjeros que violaron las disposiciones de cuarentena. Pero también, en un gesto poco habitual en la Argentina de los últimos años, ha realizado una conferencia de prensa con el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta (en estos momentos, uno de los principales referentes de la oposición), para anunciar medidas ante la emergencia. Como reseñara Andrés Malamud, politólogo e investigador de la Universidad de Lisboa, en su cuenta de Twitter: «En tiempos normales Argentina es un desastre; en tiempos excepcionales, un ejemplo».

Otra frase también muy usada es aquella que dice que toda crisis representa una oportunidad. Tal vez esta crisis implique para América Latina la posibilidad de reconocer en la institucionalidad, en la democracia y en los liderazgos colaborativos, un mecanismo de mejora y fortalecimiento de nuestras sociedades.

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