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La más común de las tragedias

¿Nuestro mundo es finito? se preguntaba hace 50 años Garrett Hardin en su texto «La tragedia de los comunes». Afirmaba que el acceso sin limitaciones a un bien común provoca su sobreexplotación y pérdida. Según Hardin, los seres humanos estarían atrapados en un dilema de sacar el máximo provecho personal en detrimento de la disponibilidad de dicho bien para los demás. En el medio siglo desde su publicación, «La tragedia de los comunes» se convirtió en referencia obligada frente a este dilema, para cuya solución solamente habría dos opciones: la privatización o el control estatal.

El texto de Hardin se basa en un ensayo del economista británico William Forster Lloyd, sobre las desastrosas consecuencias del uso no regulado de un recurso común. En su texto, Hardin describe cómo una pradera comunal, compartida por un conjunto de pastores y disponible sin restricciones para su uso, irremediablemente colapsa. Cada pastor trata de aumentar su beneficio agregando la mayor cantidad posible de animales, lo que resulta en sobrepastoreo. La suma de los individuos actuando en beneficio propio destruyen el bien común. Cuando Hardin publicó su trabajo en la revista Science (1968), lo hizo preocupado ante todo por la sobrepoblación en el planeta y por la carrera armamentista. En una época de enormes avances científicos y tecnológicos, el autor llamaba la atención sobre lo finito del mundo y sobre el hecho de que no existen soluciones técnicas para todos los problemas.

Una suposición implícita y casi universal de los análisis publicados en revistas científicas profesionales y de divulgación es que los problemas que se discuten tienen una solución técnica. Una solución de este tipo puede definirse como aquella que requiere un cambio solamente en las técnicas de las ciencias naturales, demandando pocos o casi nulos cambios en relación con los valores humanos o en las ideas de moralidad. (Hardin, 1968, p. 1243)

La contribución de Hardin propone mover la mirada de lo técnico a lo ético. No hay solución técnica para dilemas que se sitúan en la ética, afirma. Y advierte sobre la expectativa creada sobre presumibles soluciones que solamente implican un cambio técnico, pero no en la forma de conducirse de los humanos, es decir, de sus valores e ideas de moralidad.

Hardin describe las prohibiciones del Estado como insuficientes para lograr un uso sostenible del bien común y subraya la dificultad de adjudicarles valor o a lograr la aceptación de un sistema de medición eficaz. Critica la presunción de que «las decisiones tomadas en lo individual serán, de hecho, las mejores decisiones para la sociedad en su conjunto». Por el contrario, cree que los beneficios personales se perciben directamente mientras que los efectos negativos se diluyen y reparten entre todos los beneficiarios. Cada hombre está encerrado en un sistema que lo impulsa a incrementar su beneficio ilimitadamente. El individuo se beneficia como tal a partir de su habilidad para negar la verdad, incluso cuando la sociedad en su conjunto, de la que forma parte, sufre.

En el caso de la polución el problema es el inverso. En la medida en que aumenta la población y se intensifica el uso de los ecosistemas, los sistemas son superados en su capacidad de autodepurarse. Hardin llama la atención sobre la trampa de la que no se saldrá mientras los costos de descargar los desperdicios sean menores que los de su purificación previa. El resultado inevitable es que los seres humanos ensuciamos cada vez más el nido propio. Y concluye que esto no cambiará mientras actuemos únicamente como libres empresarios, independientes y racionales.

Ilustración: Guillermo Tell Aveledo

Si bien se pueden ampliar las prohibiciones, Hardin señala que nunca se logrará prever todas las condiciones en las que se puede dañar al ambiente o todos los casos en los que una conducta humana puede ser negativa para los demás. Concluye entonces que el gran desafío es legislar la moderación y encontrar maneras de «legitimar la necesaria autoridad tanto para los custodios como para las retroalimentaciones correctivas». Su conclusión finalmente es bastante pesimista: «los individuos encerrados en la lógica de los recursos comunes son libres únicamente para traer la ruina universal».

La visión de Hardin reduce una realidad compleja a solo dos opciones: el gobierno centralizado y la propiedad privada, entre las cuales estarían atrapados sin alternativa los seres humanos. Los fenómenos sociales parecen no existir o son reducidos a la suma de las decisiones individuales. No contempla las posibilidades de los comunes organizando instituciones y construyendo alternativas. Esta visión jerárquica no deja espacio para la autonomía, es decir, la experimentación y el aprendizaje colectivo frente a nuevos desafíos. Al fijarse solamente en la valoración en dinero y las reglas formales, deja fuera los conocimientos locales y la cultura. De esta forma ignora la inmensa paleta de soluciones locales que son producto del aprendizaje acumulado y están ancladas en contextos socioambientales específicos.

Esta visión simplificadora no responde a los desafíos actuales. Desde 1968 la población del mundo se duplicó y con ella aumentó en forma dramática el consumo y la consecuente presión sobre los ecosistemas. El contexto actual es de sistemas globales o vinculados estrechamente a presiones globales. Los estímulos económicos a gran escala como los requerimientos de mercados emergentes afectan las condiciones de los ecosistemas locales. Un ejemplo de esto son las importaciones de soja por China, que cambió en forma radical la agricultura en América Latina. Las consecuencias de esta demanda internacional permanecen ocultas en los lugares de origen. Por otro lado, el aumento del consumo de este cereal, la aparición de nuevos agentes a nivel mundial y la introducción de nuevas tecnologías producen cambios rápidos que no dan tiempo a las instituciones a adaptarse.

Gráfico 1. Tipología de los bienes. Fuente: Adaptado de Ostrom (2005).

En búsqueda de alternativas

La economista Elinor Ostrom cuestionaba las ideas de Hardin y negaba que los individuos racionales estén atrapados en dilemas sin salida. Ostrom afirmaba que la gente habla, negocia y busca soluciones, y que las soluciones a los problemas y las reglas de juego para el manejo de un sistema socioecológico necesariamente deben adaptarse al contexto de lo que pretenden controlar. No es posible pretender que una regla única funcione en todos lados y es ilusorio buscar soluciones desde fuera del sistema. Por lo tanto, la negociación entre los actores y la búsqueda conjunta son ineludibles, ya que la falta del diálogo es justamente la causa de la sobreexplotación de los recursos. En este contexto el aprendizaje, siempre colectivo y cambiante, constituye un componente crítico.

« La negociación entre los actores y la búsqueda conjunta son ineludibles, ya que la falta del diálogo es justamente la causa de la sobreexplotación de los recursos »

Ostrom supera la dicotomía entre bienes privados o individuales y bienes comunes o colectivos. Propone una nueva clasificación según la rivalidad (o subtractibilidad) y exclusión (excluibilidad), como se muestra en el gráfico 1. El primer concepto refiere a bienes cuyo consumo individual no disminuya la disponibilidad para otro usuario. El segundo refiere a la capacidad de excluir a alguien del consumo del bien.

Gráfico 2. Principios generales y requerimientos favorables para una gobernanza robusta de recursos naturales

Principios generales (sobre fondo celeste) y los requerimientos que ayudan a alcanzar estos principios (sobre fondo amarillo). Las flechas identifican intersecciones probables entre principios y requerimientos. Fuente: Dietz, Ostrom y Stern (2003, fig. 3).

Ostrom propone superar la administración centralizada mediante la construcción de sistemas policéntricos. Estos tienen un tamaño más apropiado para la gestión. En una comunidad local, el contacto entre usuarios y proveedores es más fácil que en una gran ciudad. Esto aumenta las interacciones, permite la construcción de confianza y facilita un monitoreo eficiente. Otro aspecto destacable es la posibilidad de que los usuarios insatisfechos salgan fácilmente del sistema. Todo esto no es posible en una gran ciudad o en un sistema excesivamente grande y con ello inabarcable.

Ostrom investigó durante décadas diseños institucionales en muchos países e identificó decenas de modelos de gobernanza sostenibles, por ejemplo, en los sistemas de riego. Su conclusión es que los sistemas descentralizados y directos son más eficientes, pero de ninguna manera las soluciones que funcionan en un lugar tienen por qué funcionar en otros. La panacea no existe o si existe es disfuncional, afirma. En cualquier caso, el esfuerzo y compromiso puestos en la negociación y el aprendizaje son necesarios.

Según Ostrom, una gobernanza efectiva de los comunes es posible si se cumplen algunas condiciones:

– El monitoreo de los recursos y su uso es posible.

– La información es verificable y entendible.

– Las tasas de cambio son moderadas.

– Las comunidades mantienen contacto, redes, confianza (capital social).

– Es posible la exclusión de outsiders.

– Los usuarios apoyan el monitoreo efectivo y el cumplimiento de la ley.

Los desafíos que enfrenta el manejo de sistemas complejos son múltiples: incertidumbre, multiplicidad de escalas, asimetrías en el poder y en el acceso a la información. Ostrom resume los requerimientos para una gobernanza adecuada de esta forma: información actualizada, administración de conflictos, cumplimiento de la ley, disponibilidad de infraestructura y preparación para el cambio.

Para lograr estos requerimientos sugiere los siguientes criterios:

1. Definición clara de las limitaciones.

2. Establecimiento de equivalencias proporcionales entre beneficios y costos.

3. Acuerdos consensuados colectivamente; los usuarios disponen de procedimientos para hacer sus reglas.

4. Monitoreo regular de usuarios y de las condiciones del recurso.

5. Sistema gradual de sanciones.

6. Mecanismo de resolución rápida e imparcial de conflictos.

7. Autonomía local, es decir, reconocimiento de los derechos por parte del gobierno.

8. Relaciones adecuadas entre los diferentes niveles de autoridad normativa (gobierno policéntrico).

Contexto histórico

El texto de Hardin fue publicado en 1968, en un mundo signado por la guerra fría: la primavera de Praga, la ofensiva del Tet y masacre de My Lai en Vietnam, el estallido del Mayo francés, la toma del poder de Saddam Hussein en Irak. Ese año fueron asesinados Martin Luther King y Robert Kennedy, y asumió la presidencia Richard Nixon. En América Latina se producían la masacre de Tlatelolco y los golpes de Estado en Perú (Velasco Alvarado) y Panamá (Torrijos). Ese año nació quien hoy es Felipe VI de España y murió Otto Hahn. Faltaba un poco para llegar a la Luna pero en los cines ya se mostraban futuros posibles: 2001 Odisea del espacio y El planeta de los simios.

El presente y el futuro próximo

Desde 1968 la población mundial se duplicó y todos los problemas descritos en el texto de Hardin se agravaron y globalizaron. Pocos días después de publicado, moría John Steinbeck, galardonado Premio Nobel de Literatura y autor de Viñas de ira, novela inspirada en la catástrofe ecológica del Dust Bowl, la gran pérdida de suelo provocada por la introducción masiva de maquinaria en la agricultura de las planicies de los Estados Unidos. En setiembre de 2019 se cumplen diez años del otorgamiento del Premio Nobel de Economía a Elinor Ostrom. Fue hasta el momento la única mujer en recibirlo (WGBHForum, 25 de junio de 2014).

La incertidumbre respecto al desarrollo de las trayectorias de múltiples sistemas socioecológicos agobia, provoca angustia y nos desafía. En el mundo globalizado, las tragedias locales rápidamente se extienden y amenazan la vida en el planeta. El mundo de nuestros hijos depende de las decisiones que hoy tomemos o dejemos de tomar. No hay tiempo que perder. En este contexto, conocer e incorporar el legado de Ostrom, así como el marco teórico y práctico del cuidado y administración de los bienes comunes, es ineludible y fundamental para las transformaciones que debemos transitar a partir de ahora.

Otro antecedente

Como antecedente de Hardin se puede tomar La primavera silenciosa, de Rachel Carson. En pleno auge de la visión del control de la naturaleza por el hombre, el DDT —llamado insecticida milagro— aseguraría a la humanidad una agricultura sin insectos. Carson entonces cuestionó el uso indiscriminado de insecticidas cuyas consecuencias eran desconocidas. Propuso un principio de precaución y cuestionó una visión de progreso que anteponía el beneficio inmediato al interés público (Dario LQSustentable, 30 de setiembre de 2017).

Referencias

Dietz, T., Ostrom, E., y Stern, P. (2003). «The struggle to govern the commons», Science, vol. 302, n.º 5652, pp. 19071912. doi.

Hardin, G. (1968). «The tragedy of the commons», Science, vol. 162, n.º 3859, 1243-1248.

Laterra, P., Jobbágy, E., y Paruelo, J. (eds.). (2011). Valoración de servicios ecositémicos, Conceptos, herramientas y aplicaciones para el ordenamiento territorial. Buenos Aires: INTA.

Ostrom, E. (2005). Understanding Institutional Diversity. Princeton: Princeton University Press.

Ostrom, E. (2009). Beyond Markets and states: Polycentric governance of complex economic systems. Prize lecture. Estocolmo: The Nobel Foundation.

WGBHForum (25 de junio de 2014). Elinor Ostrom Nobel Prize in Economics Lecture, 16 de febrero de 2010.

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