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La plaza, vacía; la vida, llena

En apenas unos meses se cumplirá el cincuentenario del fallecimiento del escritor bordelés François Mauriac, democristiano de Le Sillon de Marc Sangnier y después gaullista, siempre cristiano antes que escritor, premio Nobel de Literatura en 1952. Unos meses antes de morir publicó sus Nuevas memorias interiores. Y ante la angustia de la muerte inminente escribía: «creo en el alma, en mi alma, y por consiguiente en la de cada criatura humana. No creo estar jugando cuando escribo la palabra gracia que significa amor».

La voz de la gracia, «el hilo con el que Dios tira de nosotros», según Evelyn Waugh, la voz que dice que «la bondad es nuestra vida», resonó el sábado 28 de marzo de 2020 en una Plaza de San Pedro de Roma vacía, mientras el papa Francisco, el primero latinoamericano, bendecía urbi et orbi, y se enfrentaba al sufrimiento, al dolor y a la muerte con el coraje sencillo y decidido de los humildes. Un anciano llamaba a armarse en la oración. Igual que, cuando el 15 de febrero de 1959 Giulio Andreotti fue nombrado ministro de Defensa, su amigo Giorgio La Pira le instaba a la creación de un instituto de estudios sobre «el arma nuclear de la oración».

Un arma al alcance de todos los seres humanos. Hermanos invencibles e indestructibles. Decía Fernando Sebastián que para entender a Cristo había que instalarse en la inmortalidad. Y eso exige vivir de verdad y en la verdad. «Esta verdad de la que procede toda poesía», añadiría el autor de El desierto del amor. La poesía de un mensaje de emancipación fraterna. Hoy como siempre, pero como nunca, nos salvamos todos unidos.

Leo a François Mauriac mientras contemplo, también vacía, la calle Fuencarral de Madrid: «Se diría que Dios ya no necesita a los hombres de letras, y esto es lo que acaba por ocurrir cuando los hombres de letras creen que no necesitan a Dios». Calles y plazas están vacías. Pero nuestra vida es más auténtica y está más plena de gracia y de verdad que nunca. Somos y seremos mejores de lo que éramos. Cuando todo se vacía, la vida, nuestra vida, se llena.

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