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La primera víctima potencial de los atentados de París: la idea de una sociedad plural

«El terrorismo es una maldición para nuestras sociedades y una bendición para los dictadores. La cuestión clave es: la democracia vencerá al terrorismo o el terrorismo vencerá a la democracia?» (Moncef Marzouki, expresidente de Túnez)


Dante Matta frente a la mezquita

Dante Matta frente a la mezquita


Los atentados de París me tocaron en pleno corazón por tres razones: como parisino, como musulmán y como defensor de la idea de sociedades abiertas y plurales.

Como parisino, aunque resido en Uruguay desde 2011, porque he vivido mi infancia, mi adolescencia y mi vida de joven adulto a unas cuadras de los lugares que fueron atacados y sobre todo porque tengo la mayor parte de mi familia y amigos allí. Cada uno de ellos no fue una de las víctimas de los atentados solo por casualidad.

Como parisino también porque fuimos atacados ese día como tales, sin distinción de color, fe o clase social. Lograron matar a 130 personas pero todos los parisinos fueron atacados ese día, y de hecho quieren matar el máximo de nosotros en el futuro, como lo anunciaron en sus últimos videos.

Este nosotros —que lo es todo para mí—, para ellos solo representa un blanco político, un objetivo a alcanzar: la voluntad cínica de asegurarse un territorio y sus riquezas, no importa que el costo se pague en vidas humanas. Porque no son los sirios que atacaron ese día, y tampoco son sirios los miembros de ISIS. No es un tema de nacionalidades; tampoco es, como ellos quieren hacer creer, que Francia ataca a Siria «y entonces atacamos  a Francia». Esa es la propaganda política que utilizan para darse una legitimidad moral y reclutar simpatizantes. La lógica detrás estos ataques es mucho más fría y cínica que eso.

Como musulmán duele que este grupo haya robado nuestra identidad y nuestra fe para armar una ideología de terror y de muerte, distorsionando y ensuciando los símbolos y los conceptos islámicos.

(Ellos matan y se matan gritando Allahu Akbar ‘Dios es el más grande’, cuando el propio profeta Muhammad, que la paz sea con él, prohibió a sus compañeros utilizar esta frase como un grito de guerra, y dijo: «Acaso adoran un Dios de la muerte?».

Esta frase se ha vuelto un sinónimo de terrorismo y de violencia en el mundo occidental, cuando para los musulmanes es una expresión de adoración y de reconocimiento hacia nuestro Creador, es algo que repetimos muchas veces en nuestros rezos diarios. Es una frase de vida y de esperanza, no una frase para sembrar la muerte y el terror.)

Para todos los musulmanes del mundo, el adjetivo islámico es sinónimo de ético, justo, divino. Sin embargo, frente a las cámaras del mundo entero ISIS ha ensuciado este adjetivo tal como ensucia el concepto de Estado, que teóricamente debe ser el instrumento para que reine la ley y no una herramienta al servicio de una minoría. Crean a propósito esta confusión y esta asociación entre el islam y su grupo: su ideología no puede funcionar mientras haya sociedades donde musulmanes y no musulmanes convivan en paz y amistad.

Me duele esto, como defensor de la idea de una sociedad abierta y plural. Creo firmemente que de las contradicciones y del encuentro han nacido las sociedades que más han enriquecido la historia de la humanidad, y tengo la convicción de que el pensamiento humano se vuelve rígido cuando no se ve desafiado por aquel que piensa y vive de manera diferente. Temo que este sueño se vuelva una pesadilla por los ataques y la existencia misma de grupos como ISIS, que ven el mundo sin matices, sin grises. Es un reto muy grande para los que creemos en la fraternidad humana y en el encuentro de las culturas.

(Los musulmanes de Francia vivieron ese día una doble violencia: el choque de los ataques terroristas contra su propio país y luego la demanda de rechazar un acto que ningún ser humano normal puede apoyar: la matanza de inocentes. Esta demanda, aunque no está hecha con mala intención, pone en duda la humanidad misma del musulmán.

La falta de visibilidad mediática, la falta de relaciones igualitarias entre la comunidad musulmana y el mundo político y mediático, hace que las preguntas siempre sean mucho más ruidosas que las repuestas. Todos los países musulmanes, las universidades islámicas, los teólogos del mundo, han producidos comunicados para condenar los atentados de París, pero siempre se escucha: «¿Por qué no hay más musulmanes que levanten su voz contra el terrorismo?».

La incomprensión y la ruptura entre la clase política francesa y la comunidad musulmana han producido los acontecimientos desastrosos luego del 13 de noviembre y contribuyen a la lógica de la radicalización. Predicadores musulmanes populares, entre los cuales uno que fue calificado por un sociólogo de «protagonista de la batalla contra la radicalización violenta entre los jóvenes» vieron sus mezquitas registradas por las autoridades, e incluso uno de ellos aún no puede salir de su casa, como muchos otros musulmanes franceses en este momento.

Algunas revistas populares francesas buscan las razones del terrorismo en el Corán, y proclaman la guerra entre ISIS y las naciones occidentales como un conflicto de 1400 años, y algunos políticos hacen declaraciones capitalizando el odio, con un ojo puesto en las elecciones municipales de diciembre.)

También del otro lado del Mediterráneo existe gente que ve el mundo como ISIS. Que dicen que deberíamos levantar murallas entre «nosotros» y «ellos», y quizás hacer más que eso.

Cada muerte, cada bombardeo, cada atentado en Occidente y en Oriente contribuye a la promoción de la idea de un choque de las civilizaciones inevitable entre Occidente y los musulmanes.

El mejor aliado contra el terrorismo y la radicalización es la integración y la consideración de los musulmanes franceses como lo que son: ciudadanos y no una quinta columna de ISIS.

La lucha contra los elementos violentos debe ser llevada a cabo pero sin que los musulmanes se sientan alienados de la comunidad nacional porque unos fanáticos pretenden hablar en su nombre.

La idea de que los lazos nacionales superan los lazos religiosos en la vida política es precisamente lo que quiere destruir ISIS: ellos buscan la formación de una sola nacionalidad en el mundo: la musulmana, redefinida según sus propios criterios, obviamente, y según ellos, reconocerse de otra nacionalidad es negar la fe. Se vuelve clara la ayuda que le está brindando a ISIS cada acto o palabra que separa a los musulmanes de la comunidad nacional.

La otra herramienta importantísima es la visibilización y el desarrollo de instituciones musulmanas que representen realmente a los creyentes para poder dialogar con la clase política y los medios. Más de la mitad de los musulmanes del mundo viven en países donde no son mayoría. La distancia entre la realidad de la sociedad ya plural de Francia y la concepción arcaica de la nacionalidad compartida por unos sectores políticos cada vez más importantes hace la tarea más fácil a ISIS e impide la construcción de los puentes entre las diferentes identidades francesas y el reconocimiento de los lazos que nos unen.

Esta obra monumental que determina el futuro y el equilibrio de las sociedades humanas debe ser hecha con todos y en igualdad, a través de la creación de un espacio de encuentro y de expresión democrática, sin que la fe o el origen de los padres de una persona sean un factor de relegación.

Dante Ibrahim Matta

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