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Los grandes olvidados

Venezuela es un país que no está preparado para envejecer. Los ancianos son los grandes olvidados de la crisis venezolana.

Adultos mayores esperan en la puerta del banco el cobro de su pensión

Adultos mayores esperan en la puerta del banco el cobro de su pensión


«La verdad es que esta conversadita me ha caído muy bien. ¿Qué nos queda? Decirles lo que nos pasa y soltarlo pa fuera… Es una tragedia tan fuerte que ya es mucho para mantenerlo callado», nos cuenta con un nudo en la garganta Zenobia Pérez, de 81 años.

Los adultos mayores han pasado a ser uno de los sectores más desprotegidos de la sociedad venezolana. No escapan a la escasez de productos básicos y medicamentos, a la galopante inflación, a la inestabilidad económica y, mucho menos, a los altos índices de delincuencia. Hay aproximadamente cinco millones de personas mayores de 55 años —edad desde la que pueden empezar a recibir pensiones del Gobierno— y el veinte por ciento de ellas no tienen otro tipo de ingreso.

Si no «trabajaste» lo suficiente en Venezuela, vas a depender exclusivamente de una pensión que solo cubre el diez por ciento de las necesidades básicas.

El ingreso de un adulto mayor pensionado al cierre de 2017 era de 177.507,44 bolívares, más 53.252,23 bolívares por concepto de pago del bono especial de guerra económica, un total de 230.759,67 bolívares. A razón del dólar paralelo que rige los precios de los alimentos y medicinas en Venezuela en la actualidad, la pensión está en 1,6 dólares mensuales.

«Mi pensión no me alcanza; si como, no compro mis medicinas. Trabajé toda la vida pensando que cuando me jubilara viviría dignamente. Jamás pensé que no pudiera comer bien ni tener atención médica. Al contrario, siempre pensé que me alcanzaría hasta para ir a una playa. Hoy los viejos en Venezuela no vivimos dignamente», expresa Josefina Lugo, de 71 años de edad.

Si las personas de la tercera edad no tienen hijos que les ayuden, no pueden vivir con lo que perciben por concepto de pensión. «Nada más mis medicinas del mes sobrepasan lo que me pagan por la pensión. Estoy cansada de depender de mis hijos después de vieja», manifiesta Cristina González, de 79 años.

El peor escenario ocurre en las familias que se van del país y dejan a los viejos sanos tirados en una casa hogar. Eso es prácticamente abandono. Esta coyuntura exige repensar nuestros valores y en especial la condición humanitaria del Estado venezolano, sobre la atención a personas que dieron todo por el país durante su vida útil y productiva, y que hoy merecen envejecer con dignidad.

Las preguntas recurrentes a nuestros adultos mayores se centran en: ¿cómo hace usted para alimentarse con sus ingresos de pensión y/o jubilación?, ¿compra sus medicinas o las obtiene de algún organismo del Estado?, ¿considera que existen espacios de atención integral al adulto mayor?, ¿cree que su situación mejorará?

Las respuestas están marcadas por la jocosa creatividad del venezolano o por el silencio. Solo en Caracas más de 51.000 habitantes de 60 años y más padecen algún tipo de discapacidad; de ellos, el 59 % son mujeres. Es una realidad compleja y que se agudiza con el pasar del tiempo.

Nuestros adultos mayores están sometidos a deficiencias en la calidad nutricional, a la falta de una atención geriátrica integral y de medicinas, a la recreación negada y viven constantemente preocupados y angustiados por no tener sus necesidades cubiertas. Esto se traduce en una disminución del promedio de vida; muchos no llegan a los 75 años.

Pero, además, los adultos mayores aparecen hoy como un grupo poblacional que va adquiriendo cada vez mayor importancia dentro de la pirámide poblacional nacional. Esto supone una enorme cantidad de personas que requiere de atenciones especiales y costosas, lo que con un sistema efectivo de seguridad social no sería un problema. Hay que tomar acciones hoy para prevenir. A pesar de que la Constitución venezolana establece en sus artículos 80 y 86 que el Estado garantizará la atención integral de los ancianos y los beneficios de la seguridad social en favor de su calidad de vida, la tendencia indica que esto no será así.

La seguridad social es una garantía consagrada en la Declaración Universal de Derechos Humanos. No obstante, el cumplimiento de este precepto es una tarea pendiente en un país donde aún no se llega al punto de cumplir con el mandato constitucional de que la pensión sea automática al llegar la edad correspondiente, sin necesidad de tener las cotizaciones.

En 2015, Help Age International realizó un estudio en el que se midieron cinco variables basadas en las mejores condiciones para envejecer. Venezuela resultó ser el peor país de Latinoamérica y de todo el continente americano. Solo fue superado por Honduras a nivel mundial.

La solidaridad del venezolano se hace notar. Aún encontramos personas que compran medicinas de más para luego donarlas y hay quienes realizan donaciones independientes, con lo que se logra ayudar a quienes no cuentan con el apoyo familiar o del Estado. Cuando no, la única salida es salir a la calle, patear y orar para conseguir la medicina. Es complicado.

Los adultos mayores que utilizan glucómetro necesitan cintas reactivas para colocar las gotas de sangre, que se consiguen pero a precios elevados. Ellos han tenido que optar por una prueba casera e imprecisa: ponen su orina en un vaso y lo colocan en un lugar donde haya hormigas, esperan cinco minutos y, si las hormigas se acercan, consideran que tienen el azúcar alta.

Adicionalmente viven el viacrucis de conseguir dinero en efectivo. Son innumerables las denuncias por el trato que reciben los adultos mayores en los bancos. Solo se les permite sacar diez mil bolívares, que se pagan con billetes de baja denominación; con eso no se toman ni un café en una panadería.

En las sedes bancarias es común la respuesta: «No tenemos efectivo». Nos encontramos frente a un alto nivel de indolencia y el nivel de maltrato es muy elevado. «Es una miseria lo que recibimos y, para remate, sacar los churupitos del banco es toda una tragedia», afirma muy molesta una maestra jubilada de nombre Tomasa Álvarez.

Cada vez vamos a tener más adultos mayores y no estamos preparados para ello. Es urgente que se implementen nuevos planes de atención. De lo contrario, el problema que se vive hoy no tendrá solución. Nuestros ancianos merecen pasar sus últimos años de vida tranquilos y en paz.

Ellos merecen alimentarse de manera balanceada, tener centros geriátricos con médicos, enfermeras y personal especializado, ir a espacios donde recrearse, tener medicinas al alcance. Ese es el reto hoy para quienes gobiernan y aspiran a transformar Venezuela. ¿Es mucho pedir para quienes pasaron la vida trabajando para echar para adelante a Venezuela?

Eduardo Rengifo | @edrengifo Licenciado en Geografía. Movimiento Primero Justicia, Venezuela

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