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Los partidos latinoamericanos en el foco de China


No solo en la crisis del coronavirus China está tratando de aprovechar a América Latina para sus objetivos geoestratégicos. Durante años, los partidos políticos latinoamericanos han estado particularmente en su foco. Por ejemplo, se invita masivamente a representantes de partidos, funcionarios gubernamentales y parlamentarios a viajes de delegación, foros y programas de estudio a China, donde la política de este país se promueve de manera sutil. Además de los vínculos tradicionales con los partidos de izquierda en la región, China se está volviendo cada vez menos exigente en la selección de socios políticos. También se utilizan las interdependencias económicas como palanca para ejercer influencia política.

En el apogeo de la crisis del coronavirus, en marzo de 2020, numerosos partidos latinoamericanos de diversas tendencias políticas recibieron correo del Partido Comunista de China (PCCh). A través de los respectivos embajadores chinos, el Partido Comunista hacía un llamamiento a los partidos a firmar una Declaración Conjunta de los Partidos Políticos sobre la epidemia del coronavirus. El borrador presentado dice, entre otras cosas, que «apreciamos a los países, entre ellos China, por su actitud abierta, transparente (¡sic!) y responsable al publicar información epidemiológica y compartir experiencias en la prevención y el tratamiento médico, en especial, por sus asistencias como suministros», así como la constatación de que junto al COVID-19 «se está extendiendo un virus político que se disemina por la discriminación y el prejuicio», lo que no hace más que socavar los esfuerzos de los países para afrontar juntos la enfermedad. El texto concluye afirmando que la crisis mostró «la fragilidad de la gobernanza mundial», razón por la cual el orden global debe ser repensado. La declaración también está impregnada de expresiones melodiosas como «sincera simpatía y solidaridad», «compartir experiencias» o «fortalecimiento de la cooperación internacional».

Una nueva era de relaciones entre partidos

Para afirmar sus aspiraciones de poder, China está incorporando a América Latina en su planificación geopolítica y geoeconómica. El jefe de Estado y líder del partido de China, Xi Jinping, ha visitado doce países de la región desde 2013, con lo que superó a los presidentes estadounidenses Barack Obama y Donald Trump juntos. Además de asegurar las rutas de transporte y el acceso a las entregas de materias primas, Beijing también está extendiendo cada vez más su influencia a las élites de la región. Esto se aplica en particular a los partidos políticos de América Latina, con los que el Partido Comunista Chino (PCCh) ha construido una amplia red de relaciones durante los últimos 15 años. La ofensiva diplomática en la crisis del coronavirus fue, por tanto, solo el último componente de una estrategia reconocible desde hace años.

En noviembre de 2017, el PCCh organizó por primera vez en Beijing una reunión de alto nivel de partidos políticos a la que, según cifras oficiales, asistieron más de 600 delegados de 300 partidos de todo el mundo. En esta ocasión, Xi Jinping pidió un «nuevo modelo» de relaciones entre partidos, en el que los partidos se centren en lo que tienen en común y se «respeten» unos a otros, en lugar de enfatizar sus diferencias. En lo que respecta a América Latina, el PCCh ya había lanzado en 2015 un Foro de Partidos Políticos China-CELAC, al que, en pleno apogeo de la llamada ola rosada en América Latina, viajaron a Beijing representantes de 27 partidos mayoritariamente de izquierda pero también de centro y centroderecha de América Latina y del Caribe. El exvicepresidente izquierdista de Ecuador, Jorge Glas, hoy condenado a una larga pena de prisión por corrupción, celebró entonces la iniciativa como una nueva era de relaciones interpartidarias. En un segundo foro China-CELAC en Shenzhen, en 2018, los «más de 60» partidos y organizaciones presentes apoyaron una declaración que aceptaba «el camino de desarrollo independientemente elegido por cada uno de los partidos» y apoyaba la iniciativa de la nueva ruta de la seda.

En todas estas instancias, el partido estatal chino se presenta hasta cierto punto al mismo nivel que los partidos democráticos establecidos en América Latina y enfatiza la cooperación y el intercambio de experiencias «entre los partidos». Con la firma de documentos conjuntos sobre «solidaridad» y «respeto», el PCCh utiliza a los partidos latinoamericanos como pantalla de legitimidad y al mismo tiempo crea dependencias políticas y geoestratégicas.

El PCCh hace un doble juego con esto. Mientras atrae a los partidos moderados de América Latina asegurando el «mutuo respeto», al mismo tiempo se presenta enfáticamente como fuerza revolucionaria comunista. Así, el 12 de junio del 2020, el PCCh organizó un encuentro virtual con los partidos comunistas de Cuba, Argentina, Perú, Venezuela y Uruguay en el que se trató el tema de la «superioridad del socialismo en el combate contra el COVID-19». A pesar de la insignificancia política de estos partidos de izquierda radical en sus respectivos países (con la excepción de Cuba), estos eventos se prestan de forma significativa para fogonear sus aparatos de propaganda nacional.

El entrelazamiento del liderazgo del partido y del Estado en China lleva a Beijing a una línea divisoria solamente retórica de las relaciones entre el Estado y el partido. Finalmente es por esta razón que cada contacto partidario del PCCh está directamente relacionado con intereses económicos en China. Esta conexión directa no siempre se revela a los representantes de los partidos latinoamericanos, quienes suelen estar acostumbrados a una estricta separación entre las actividades partidarias y las estatales.

Oportunismo político

China está particularmente interesada en mantener vínculos estrechos simultáneamente con gobiernos y con líderes de partidos gubernamentales. Ejemplo de ello son los vínculos entre el PCCh y los partidos gobernantes en los países particularmente ricos en recursos como Brasil (Partido dos Trabalhadores, 2003-2016), Ecuador (Alianza País, 2007-2017) o Perú (Partido Nacionalista Peruano, 2011-2016), que conformaron los grupos de participantes más importantes en los congresos mencionados del PCCh. Ciertamente no es una mera coincidencia que los gobiernos relacionados con dichos partidos estuvieran particularmente abiertos a la inversión y al crédito chinos. El PCCh está dispuesto a acompañar los cambios ideológicos en América Latina.

En los países de América Latina gobernados dictatorialmente, en los que de facto gobiernan partidos de Estado como en China —a saber, Cuba, Venezuela y Nicaragua—, las relaciones entre los partidos y el Estado están particularmente entrelazadas. El apoyo financiero y material al régimen, especialmente durante la crisis del coronavirus, significa también apoyo al respectivo partido gobernante. En Venezuela, en 2017 China también suministró equipamiento para aplastar brutalmente las protestas de la oposición democrática.

China utiliza su involucramiento económico en América Latina para llevar a sus socios simultáneamente a dependencias políticas y geoestratégicas. Esto se les hace comprender claramente a los representantes de los partidos, por ejemplo, cuando se trata de evaluar eventos políticos en China o de ignorar cuestiones de derechos humanos durante las visitas de Estado. Otro ejemplo son los préstamos, que a veces solo se otorgan si se adjudica a empresas chinas la implementación de obras de infraestructura y, al mismo tiempo, los gobiernos adoptan una posición favorable a China en la cuestión de Taiwán. Los medios de coercive diplomacy (diplomacia de coerción) como la amenaza y la aplicación de sanciones por parte de China también se pueden observar en los organismos multilaterales.

Diplomacia de visitas

Respecto a los partidos políticos en América Latina, la diplomacia personal a través de invitaciones a China es quizás el elemento de relación más importante del régimen chino. En el diálogo de alto nivel entre los partidos políticos de diciembre de 2017 en Beijing, Xi Jinping anunció que el PCCh invitaría a 15.000 miembros de partidos a viajar a China para «intercambios» en los siguientes cinco años. De hecho, se ha observado un crecimiento masivo en los viajes de representantes de partidos latinoamericanos.

En algunos casos, los políticos de los partidos son invitados a diversos foros y programas de estudio, o bien el PCCh organiza viajes de delegaciones de partidos particulares, incluidos los de centroderecha. En muchos casos, los encuentros políticos pasaron a un segundo plano respecto a las actividades turísticas. También la organización juvenil del PCCh invita regularmente a China a delegaciones de políticos emergentes de diversos partidos. Según el autor Juan Pablo Cardenal, tales visitas y la abrumadora cortesía ofrecida a los invitados tienen un «efecto hipnótico» en los visitantes, que podrían nublar su impresión de la «compleja realidad de China y su sistema político» (p. 24).

Panorama

Las relaciones entre partidos ocupan ahora un lugar importante en la estrategia china hacia América Latina. En este contexto, es bastante notable que una discusión crítica de los avances chinos dentro de los partidos o de la política en general juegue, si acaso, un papel subordinado. Los intereses estratégicos detrás de las invitaciones a China y las pomposas explicaciones, a veces difíciles de leer en español, apenas se discuten. Dado que al público nacional realmente le importa poco si dicha declaración se firma o no, los partidos difícilmente arriesgan capital político o incluso votos en sus países. Definitivamente, es el sentimiento transmitido de la propia importancia y aprecio lo que hace que los políticos latinoamericanos corran hacia los brazos abiertos del Partido Comunista Chino. Para muchos, especialmente cuando viajan a China, esta experiencia es una alternativa bienvenida a la vida cotidiana a menudo difícil de los políticos en casa.

Por lo general, en América Latina la concepción democrática pluralista de los partidos es relativamente similar a la de Europa y otros países democráticos occidentales. Completamente diferente es la concepción de un partido estatal en el sistema chino de partido único. Por lo tanto, ciertamente debería alarmar cuando China entre en cooperación interpartidaria y propague su modelo de partidos políticos en América Latina.

Si Europa está interesada en fortalecer a los partidos latinoamericanos como socios estratégicos en cuanto a valores compartidos y portadores de democracias vivas, libres y pluralistas, necesita urgentemente una estrategia propia coherente y un compromiso fundamental con la cooperación entre partidos. Cuanto más creíblemente Europa pueda convencer a los partidos latinoamericanos de que ambas partes están comprometidas por valores democráticos liberales más allá de palabrerías, menos atractivos serán los señuelos de China.

Traducción de Manfred Steffen

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