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Otras formas de recordar: el proyecto Quipu

¿Cómo recuperar la memoria de lo doloroso? ¿Cómo dar voz al silencio? ¿Cómo rebelarse contra la impunidad?

Quipu | Foto: www.getquipu.com (CC BY-SA 3.0)

Quipu | Foto: www.getquipu.com (CC BY-SA 3.0)


Las memorias colectivas han sido —por mucho tiempo— marcadas por instituciones mayormente estatales. La historia se presenta en museos, es guardada en archivos polvorosos y se exhibe en grandes monumentos en el espacio público. Muchas veces, esta representación de los acontecimientos históricos ha servido para promover una cierta versión de lo ocurrido y para fundamentar la base histórica del Estado nacional. Con la digitalización progresiva, los archivos tradicionales se están transformando y, con ello, la también función que cumplen en la sociedad. Por largos períodos la memoria pública fue construida como un bien de consumo para la población. Hoy en día toca a los ciudadanos participar de manera activa en la construcción de la memoria colectiva.

Un archivo digital que quiere dar voz a los no escuchados es el proyecto Quipu, en el Perú. Este proyecto registra las voces de personas, mayormente mujeres indígenas, que fueron víctimas de esterilizaciones forzadas bajo el régimen de Alberto Fujimori (1990-2000).

272.028 mujeres y 22.004 hombres fueron esterilizados entre 1996 y 2000, en el marco del Programa de Planificación Familiar, con el objetivo de limitar el crecimiento demográfico en zonas rurales del país. Muchos de los afectados declararon que el procedimiento fue llevado a cabo sin su consentimiento informado. La mayoría de ellos son analfabetos o hablantes del quechua sin conocimiento del español, un hecho que les dificulta mucho la accesibilidad a las instituciones del Estado peruano que funcionan casi exclusivamente en español.

El proyecto Quipu se inició en 2013 como una documentación interactiva. Fue una cooperación entre académicos de Londres y socios peruanos, encabezada por la directora de escena chilena María Court, residente en Londres, y la científica belga Rosemary Lerner, quien actualmente es profesora de filosofía en la Pontificia Universidad Católica del Perú. El proyecto está dedicado a la difunta abogada y activista por los derechos humanos Guilia Tamayo, quien fue la primera en publicar y denunciar las esterilizaciones forzadas, en 1998.

El proyecto lleva el nombre quipu como referencia a la cultura quechua, a la que pertenece la mayoría de los participantes. Quipus eran instrumentos para guardar informaciones, consistentes en cuerdas de diferentes colores, marcados con nudos. Entre otras cosas, sirvieron para contar historias de la memoria colectiva de los pueblos.

Para difundir el proyecto, actores indígenas lo presentaron en reuniones públicas y distribuyeron flyers con pictogramas que explicaban su funcionamiento. Los afectados pueden llamar gratis desde cualquier teléfono a un cierto número y contar su historia. De esta manera pueden participar en el proyecto sin mucho conocimiento técnico y desde su propia comunidad. Luego, si es necesario, estos testimonios son abreviados y transcritos en quechua, español e inglés. Y se publican como audios en la página web del proyecto, ya accesibles al público global.

Los usuarios que visitan la página también pueden participar de manera directa en el proyecto dejando comentarios orales a los testimonios. Estos comentarios llegan desde distintos países del mundo y expresan mayormente admiración por el coraje de las mujeres peruanas —también participan en el proyecto unos pocos hombres—. Ellas pueden escuchar las respuestas y así reciben un primer reconocimiento, ya que sus historias finalmente son escuchadas fuera de sus pueblos.

Las mujeres eligen el idioma en que se registra el testimonio y deciden qué quieren revelar y qué no. Así se respeta su autodeterminación y se permite apreciar el plurilingüismo existente en el Perú, que lamentablemente no se refleja en las instituciones oficiales peruanas, donde todavía manda el castellano.

Las mujeres que participan con sus testimonios en este proyecto viven una situación de marginación. Primero por ser mujeres en un sistema patriarcal, segundo por vivir en zonas rurales andinas, lejos de Lima, el centro del poder, y tercero por ser indígenas y sufrir, por ende, el racismo y el clasismo que prevalece en la sociedad peruana.

El proyecto permite a las mujeres convertirse en actores, alzar la voz y ser escuchadas. Les da la oportunidad de luchar contra la impunidad, contra el olvido, y de participar en la construcción de una memoria colectiva que diverge de la memoria promovida por el Estado peruano.

El papel fundamental que ocupa internet como medio de memoria personal y de memoria colectiva nos abre nuevas posibilidades. Con la creación de archivos digitales y plataformas interactivas, los ciudadanos son capaces de contar sus historias y difundir versiones alternativas sobre acontecimientos históricos y políticos. Eso entraña el riesgo de la difusión de fake news y de un mero aumento de contenido web que puede resultar difícil de ordenar y calificar. Pero establece una nueva pluralidad de actores y narrativas, logros importantes que promueven el sistema democrático y ayudan a las personas marginadas a liberarse de su estigma. La memoria digital nos abre puertas. Deberíamos pasarlas, para abarcar nuevos espacios.

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