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¿Partidos desde la juventud?


Hacia la Convención Nacional Jóvenes del PPC, en Cieneguilla

Hacia la Convención Nacional Jóvenes del PPC, en Cieneguilla


Hoy en día vivimos en una situación «anecdótica», pues la información que se maneja, y que desgasta la participación juvenil a nivel partidario, se ha reducido a conflictos internos ajenos a nuestra generación. Se evita con ello que el rol protagónico de las juventudes se desenvuelva y, por el contrario, pulule el rechazo a la política forjada desde las estructuras partidarias internas, sucumbe la esperanza de todo partido por difundir su doctrina y se renuncia a la formación de grandes cuadros y liderazgos que permitirán la permanencia de nuestra participación política en la sociedad. En ese orden de ideas, la tarea por convocar, promover y formar jóvenes se complica, pues los obstáculos domésticos carcomen lentamente las iniciativas más ambiciosas a nivel de juventudes.

En mérito a lo mencionado, y en atención al trabajo que desde las bases más jóvenes desarrollamos, el debate no es ajeno a nuestro campo de acción política, pues, por el contrario, damos fe de que en voz de la juventud socialcristiana se encuentran las intenciones más desprendidas, las voces más enérgicas, las ideas menos fanatizadas y las manos más limpias para enfrentar la vorágine política que se vive y se avecina.

Por tanto, si bien los partidos políticos son organizaciones ya conformadas por generaciones que han contribuido a su desarrollo y pesan sobre sus hombros gestiones y objetivos cumplidos, también son hogares que refugian los anhelos más profundos de miles de jóvenes que ven en el ideario y doctrina partidaria el camino para generar un cambio social que trascienda y conforte sus ideales, quizá desordenados e impetuosos, pero entregados a la fe y semblanza de sus líderes y dirigentes.


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Franz Kafka mencionaba que «la juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquiera que conserve la capacidad de ver la belleza jamás envejece». Puede que sea precisamente ese el principal activo con el que cuentan las bases jóvenes de un partido político. Consideramos que es un activo aprovechable para reinventarnos, para intentarlo nuevamente, para formar conciencia y convicción en los objetivos, pues invirtiendo tiempo y formación en los futuros cuadros políticos del Partido Popular Cristiano, el devenir histórico será favorable.

En tal sentido, somos conscientes, desde nuestra novel condición, de la coyuntura y el proceso cultural por la que atraviesan nuestra sociedad y su expresión más directa y tradicional: los partidos y organizaciones políticas. Somos conscientes, además, del vacío espiritual y doctrinario con el que se ha obrado políticamente en las últimas contiendas electorales, hastiadas de caudillismo, mercenarismo y clientelismo en la práctica y estrategia política.

No puede negarse que, desde todo punto de vista, la juventud es la etapa de la vida en la que interiorizamos los conocimientos para aplicarlos en la práctica diaria. Es ese punto de quiebre en donde dejamos de pensar en cosas banales y comenzamos a construir una posición ante las circunstancias que se nos presentan.

Pero ¿qué hacer cuando esos conocimientos no van de la mano con los principios y modelos de buenas prácticas que profesa nuestra casa partidaria? Posiblemente esta generación ceda y se pierda ante la incesante lucha política interna, o caiga en los líos ajenos que involucran formas de pensar, personas y prestigios, o quizá se pierda en la incredulidad de la frustración, aquella que no nos permite ver más allá de la realidad, que veta los anhelos y amarga la esperanza. La idea es evitarlo. Estamos a tiempo.

Corresponde entonces cuestionarnos. Quizá la mencionada propuesta de cambio, la reinvención y la reforma deberían partir y gestarse de manera paralela, pero encontrando una intencionada y especial incidencia en las bases jóvenes del Partido Popular Cristiano. Una juventud que espera expectante la oportunidad de actuar y desenvolverse; una juventud cuya condición nos permite analizar la realidad desde un ángulo progresista; una juventud unida por la fraternidad, capaz de concebir amistades tan memorables como el fraterno y eterno vínculo emergido entre nuestros egregios líderes Ernesto Alayza Grundy y Mario Polar Ugarteche; una juventud dedicada a formarse, actuar y a seguir gestando la «reivindicación del pensamiento socialcristiano», tal como se juró un 18 de diciembre de 1966 en el Callao.


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Sustentando lo dicho entonces, ¿por qué los partidos políticos deberían de construirse, forjarse y rediseñarse desde las juventudes? Y en ese sentido, ¿por qué encontrarnos «partidos» desde la juventud es una mala señal a futuro para las organizaciones políticas partidarias y en especial para la nuestra, el Partido Popular Cristiano?

Pareciera que estamos ante dos preguntas que se responden simultáneamente; a nuestro criterio, el descubrimiento de esta interrogante no solo significa una simple respuesta, sino la solución a un problema generacional que ha ido menguando la estabilidad partidaria y autohiriendo las fibras más sensibles de la militancia.

En ese sentido, ¿será oportuno invertir tiempo y medios como partido político para formar una juventud unida, consecuente y comprometida con la doctrina que alberga y defiende nuestro partido político?

Si bien la respuesta pueda parecer al lector más que evidente, esta merece un análisis más allá de las suposiciones y subjetividades. Tomando en consideración las circunstancias que albergan a la juventud peruana hoy en día y reflexionando sobre la oportunidad en tiempo y espacio para convocar, promover, capacitar y formar cuadros jóvenes que construyan el porvenir socialcristiano en el Perú, ¿será el momento indicado para poner en práctica lo argumentado? Consideramos que la oportunidad es inmejorable.

La doctrina social cristiana ha demostrado históricamente ser el remedio efectivo contra las pugnas más encarnizadas y las pasiones más egoístas que ha podido gestar la humanidad. Quizá esta sea una oportunidad inmejorable para transmitir nuestras convicciones socialcristianas dirigidas a la creación de una nueva conciencia social, encauzadas no solo a formar jóvenes técnicos atiborrados de conocimientos particulares, sino a construir el humanismo en sus convicciones y la defensa de las causas socialcristianas en sus luchas diarias.

Corresponde construir un planteamiento y una reestructuración partidaria tomando en cuenta la elección de autoridades, la democracia interna, la organización de las direcciones, la participación provincial, estamos seguros de que sí. Pero no desaprovechemos la oportunidad de ser parte y liderar la presente transición generacional y productiva por la que atraviesa el Perú ad portas de retos económicos mayores, sobre todo siendo responsables de los errores o alternativas de solución a los conflictos sociales que todo crecimiento económico trae consigo.

Ahora bien, refiriéndonos específicamente a la labor que como partido político merecemos desarrollar en el campo social, es preciso iniciar el análisis, en primera instancia, cuestionándonos: ¿qué modelo de partido político deberíamos construir con base en nuestra historia, doctrina y principios?

En la respuesta a dicha interrogante encontraremos las razones para distanciarnos del común denominador partidario y de las más frívolas e insensibles prácticas empleadas en las últimas décadas por los nuevos partidos políticos en el Perú. Consideramos que es preciso reformularnos y asumir elementos consustanciales a los partidos políticos propiamente dichos.

Ya Tocqueville, en su reconocida obra De la démocratie en Amérique, se atrevía a establecer una sustancial diferenciación entre los grandes partidos políticos (grands partis politiques) de los pequeños partidos políticos (les petits partis), diciendo que los primeros son aquellos capaces de adecuarse más a los principios que a sus consecuencias, a la generalidad y no a los casos particulares, a las ideas y no a los hombres. [2] Con ello el autor calificaba a los grandes partidos políticos como los partidos más nobles, con pasiones más generosas y con las convicciones más reales, capaces de reemplazar el interés particular por el interés público.

Muy por el contrario, para Tocqueville, los pequeños partidos políticos no gozan de una fe política, lo que hace que sus objetivos no sean lo suficientemente grandes, por su carácter impregnado de egoísmo, manifiesto en cada uno de sus actos. Si bien este autor pretendía demostrar que en América no había grandes partidos políticos, es notable e histórico su intento por conceptualizar lo que se debe entender por partido político.

Al respecto, resulta interesante destacar, más allá de la autoría y época, la clara línea que las juventudes del Partido Popular Cristiano deben marcar a nivel de prácticas políticas en nuestro medio, ya que estamos convencidos de contar con la capacidad en acción y pensamiento suficientes para serlo y hacerlo. Si bien no podemos ser ajenos y evitar ser partícipes de la natural dinámica política de conflicto entre intereses diversos —también denominada en palabras de Justo López como la faz agonal de la política—, [3] no podemos poner en juego nuestra unidad como equipo, a sabiendas de las aisladas y encomiables iniciativas que simpatizantes y militantes gestan en diversas partes de nuestro país en su apasionado afán por generar los espacios necesarios y suficientes para organizarse, expresarse y ser una iniciativa de cambio.


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El día a día y las luchas intestinas pareciesen haber desvirtuado el significado protagónico y trascendente —socialmente hablando— que tiene un cargo político desde un partido consolidado. Así, el cargo político se frivoliza y termina gestándose una representación sin representatividad.

El cargo político partidario desde la renovación de las juventudes del Partido Popular Cristiano no debe constituir un título honorífico. Muy por el contrario, debe ser la oportunidad para fortalecer, crear y promover la estructura interna joven del partido, a través de formación, capacitación y contacto con la realidad social. Es innegable el arduo y extenso trabajo pendiente por desarrollar.

Consideramos oportuno invocar, al igual que venimos haciéndolo desde nuestro campo de acción política, a la juventud socialcristiana a continuar manifestándose, opinando, proponiendo, discutiendo y, por sobre todo, continuar dialogando y fiscalizando la gestión y dirección de nuestro querido partido político, en función del cumplimiento de una sana democracia partidaria, dentro de los lineamientos de educación, decencia y lealtad.

«Si todos los filósofos hubieran filosofado en silencio, la humanidad no habría salido de la infancia y las sociedades seguirían gateando en el limbo de las supersticiones». [4]

Jorge Enrique Barreto | Violeta Beas Otero | @violetabeas

[1] Javier Roncal, «El futuro del Partido Popular Cristiano en Perú», «Testimonios», Diálogo Político, ‹https://dialogopolitico.org/?p=2541›.

[2] Alexis de Tocqueville (1963). De la Démocratie en Amérique. París: Union Generale D’Editions, p. 109.

[3] Mario Justo López (1999). Manual de derecho político, 2.ª ed. Buenos Aires, Depalma.

[4] Manuel González Prada (1988). Horas de lucha, 6.ª ed. Lima, Mercurio, p. 25, segunda parte, «Librepensamiento en acción», discurso que debió leerse el 28 de agosto de 1898 en la tercera conferencia organizada por la Liga de Librepensadores del Perú. La lectura no pudo efectuarse porque el gobierno la impidió.

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