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Pospandemia en Colombia: profundización democrática o populismo


La nueva realidad obliga a que el país no aplace más un debate de primer orden y a partir del cual se desprenderá su futuro político: cómo generar igualdad en una de las naciones más desiguales del mundo.

En medio de una curva de contagio que no para de crecer, hay una realidad de a puño en Colombia: la fragilidad del sistema de salud solo es una parte de un todo que se vio desnudado con la pandemia y que llevó en julio a un desempleo cercano al 20 %, uno de los más altos de Latinoamérica. Existen altas probabilidades de que el país retroceda unas dos décadas en la lucha contra la pobreza y hay riesgo de cierre para unas 140.000 empresas formales, según la Cepal.

Era sabido que el mundo transitaba un mal camino. En 2006, Joseph Stiglitz lo decía claramente, refiriéndose a la globalización descarnada: «Los ganadores han estado ganando más. Hemos debilitado la red de seguridad […] y, en lugar de transferir dinero de los ganadores a los perdedores, hemos estado transfiriendo el dinero de los perdedores a los ganadores”.

Lo decía él y lo reafirman las estadísticas: aun cuando la riqueza creció, la desigualdad prácticamente en todo el mundo registró un incremento sostenido a partir de 1980: el 1 % de la población más rica percibió el doble que el 50 % más pobre (WID.world, 2018). En este escenario, Colombia se ha destacado por ser uno de los países más desiguales, de acuerdo con el índice de Gini.

De la misma manera, la riqueza pública decreció en detrimento de la privada, lo que ocasionó la incapacidad estatal para solventar las necesidades en educación, saneamiento básico, salud o asistencia social que, si bien se acentuaron con la pandemia, ya eran un hecho. La consecuencia política más visible de ello han sido los intentos de generar acciones colectivas como las recurrentes marchas sucedidas, sobre todo, en 2019.

Refiriéndose al panorama mundial con algo de crudeza y mucho realismo, Rebecca Solnit afirmaba en abril pasado: «La vida antes de la pandemia ya era una catástrofe de desesperación y exclusión para demasiados seres humanos […] una obscenidad de desigualdad».

Francis Fukuyama advertía hace unos años sobre una terrible consecuencia: sin una clase media fuerte, la democracia no se sostiene: Cuando la riqueza tiende a converger, se logra que los ciudadanos se eduquen, tengan acceso a la tecnología y a propiedades; cuando pasa lo contrario, la sociedad se deteriora, se buscan culpables y se abren las puertas (muchas veces sin retorno) a los extremos populistas.

Y, en este sentido, el momento en Colombia ya es complejo. Según el índice de percepción de la democracia 2020, el 53 % de los colombianos creen que en el país no hay democracia, y el 43 % piensan que el Gobierno solo le sirve a una minoría, lo que es una dulce tentación para los demagogos, outsiders o extremistas que ven más cerca que nunca una posibilidad real de llegar al poder.

Ahondar en el debate como única salida

Como sucedió a inicios de los noventa, Colombia hoy está llegando a un punto de quiebre. El clamor entonces era por apertura democrática en términos de participación política, de no más los mismos con las mismas; hoy también lo es por democracia, pero esta vez entendida en términos de participación de la riqueza, de equidad. En aquella época, el país demostró madurez y escribió una Constitución. Hoy, el país debe demostrar esa madurez (alejando la aventura de una constituyente como algunos proponen) y dar un debate serio, detallado e inclusivo.

En este sentido, el papel del Estado en la pospandemia es el quid de la discusión política. Sostenibilidad ambiental, soberanía alimentaria, empleo, creación de circuitos económicos regionales, transición a una descentralización cuidadosa y asimétrica, que nivele las cargas, y la protección de la industria nacional sin aislar al país del mundo deben ser, entre otros, los temas que apunten a un objetivo: generar igualdad.

Profundizar en esta discusión le permitirá a Colombia lidiar con el descontento que hace ebullición en medio de la pandemia y que explotará con fuerza inusitada en algunos meses. Solo si los líderes políticos (de derechas e izquierdas) se la toman en serio se podrá sostener la ya golpeada democracia. De no ser así, es cuestión de tiempo que el país caiga en aguas poco conocidas y que conducirán a escenarios aún más complejos que los que hoy atraviesa.

Referencias

Fukuyama, F. (2012). The future of history: can liberal democracy survive the decline of the middle class? Foreign Affairs, 53-61.

Stiglitz, J. (2008). Making Globalization Work, The Economic and Social Review, 39(3): 171-190.

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