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Pueblo tenaz, pueblo en la calle

Bombas lacrimógenas y represión en las calles | Foto: Andrea Mesa


En los últimos 33 días Venezuela ha sido un escenario de lucha y de resistencia. Todas las mañanas nos levantamos con nuevas fuerzas para salir a la calle, sabiendo que nos espera una nueva ola de represión del Gobierno.

Hoy, en medio del cansancio abrumador, resuenan en mí las palabras de Václav Havel: «Esperanza no es la convicción de que algo va a salir bien, sino la seguridad de que algo tiene sentido, sin importar su desenlace». Así salimos a la calle todos los días, sin pensar en que pueda pasar pero sabiendo que tiene sentido lo que estamos haciendo. Aunque parezca que más puede el dictador, sabemos que todo lo que estamos haciendo tiene un fin y es acabar con la dictadura que hoy vive nuestro país.

Al pasar de los días los métodos de protesta han sido cada vez más ingeniosos: marchas, madrugonazos, plantones y cualquier actividad que se nos ocurra. Sin embargo, no hay creatividad que no se vea opacada por la represión desmedida de los órganos de seguridad.

Han pasado 33 días desde que comenzamos la lucha. Al día de hoy, 33 personas han perdido su vida en manos de la represión, 33 venezolanos que querían un cambio para nuestro país. Hoy queda de ellos el recuerdo y la esperanza para seguir luchando.

Administrar la esperanza

Cansancio, fatiga, dolor es lo que nos acompaña en nuestra lucha diaria. Pero hemos sabido cómo administrar la esperanza; hemos encontrado la forma de seguir avanzando y hemos aprendido con el pasar de los días que por fuerte que sea el dictador, más vale un pueblo sediento de democracia en las calles de Venezuela.

Escudos, banderas, máscaras y carteles son las únicas armas que tenemos en esta guerra. No somos más que venezolanos con ganas de seguir luchando, con ansias de ver una nueva Venezuela. No somos más que venezolanos gritando ¡libertad!

Ayer, luego de la marcha convocada, llegué a mi casa y no pude evitar caer en llanto. Un joven de 17 años había sido asesinado por la guardia nacional. No pude contener mi rabia, mi angustia, mi dolor… «Son solo 17 años», le decía a mi esposo, que al principio no entendía el motivo de mi pesar. Armando Cañizalez no conoció otro gobierno. Cuando nació, Hugo Chávez ya había llegado al poder. En su corazón, Armando sabía que Venezuela podía estar mejor y salió a las calles a luchar por eso.

En un momento comencé a pensar: ¿y si no hubiese sido Armando?, ¿si hubiese sido yo? Luego de horas, solo llegue a la conclusión de que por la libertad vale la pena perder la vida y que la vida de Armando no se habrá perdido en vano, que seguiremos en las calles para que muchos jóvenes como él puedan ver un nuevo amanecer.

Seguía pensando y luego volví a llorar pero por esas personas que hoy nos reprimen. ¿Acaso no tienen hijos?, ¿acaso no les duele lo que hacen? Quizás sí, pero han sido adoctrinados desde muy jóvenes para no pensar en eso.

Lo más doloroso de la dictadura es ver cómo han deshumanizado a nuestro pueblo, cómo nos consideran animales sin capacidad de razonar. A todos ellos les digo que de este lado estamos los venezolanos, llenos de perdón para cada uno de ellos.

Cada vez que me preparo para una marcha, cada vez que empaco el bicarbonato, la máscara y la cámara, empaco también la esperanza de que estemos cerca de la victoria y que, más temprano que tarde, esta lucha dé sus frutos y hayamos escrito una página en la historia de Venezuela que jamás se volverá a repetir.

Diputados heridos, jóvenes muertos y recién nacidos asfixiados. La indolencia del régimen no podrá contra el sentimiento de cambio que tiene Venezuela. La batalla sigue, vamos hacia delante. No hay gas que apague nuestra lucha, no hay soldado que pueda romper nuestra esperanza, no hay régimen que doble nuestras rodillas, no hay miedo en el pueblo. El bien siempre, siempre, siempre triunfa sobre el mal.

Andrea Mesa | @AndreaMesaN Abogada. Asistente parlamentario en la Asamblea Nacional de Venezuela. Militante de Primero Justicia

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