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Qué divertido es nacer español


Cuando uno proviene de un país que bien podría ser un continente en miniatura por su mezcla de paisajes, lenguas, culturas o conciencias, donde convergen distintas épicas, tradiciones e identidades nacionales, a veces resulta difícil entender quiénes somos y por qué somos así. Ante estas situaciones, la Historia y los que se dedicaron y dedican a ella pueden actuar como lazarillos que nos guíen a conocernos mejor a nosotros mismos.

Este 2020 la ciudad de Madrid celebra el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós, una de las grandes plumas de la literatura en español, cuya obra reflexionó acerca de los problemas que atañían a la sociedad española del siglo XIX. La España de hoy es un país diferente a aquel que retrató el literato; sin embargo, los grandes problemas presentes entonces siguen siendo en esencia los mismos. El Año Galdós es una oportuna ocasión para releer su obra y entender mejor los temas que siguen erosionando la sociedad española dos siglos más tarde.

Decía Galdós que «la imagen de la vida es la novela». Es decir, su fin último es reflejar por medio de la ficción los hechos, acontecimientos y situaciones de la vida real. Así, el autor escribió entre finales del siglo XIX y comienzos del XX una colección de novelas históricas que llevaron por nombre Episodios nacionales y que pretendían ser un retrato de la sociedad española de los años 1880 desde la batalla de Trafalgar a la restauración borbónica. Un siglo de historia narrado en cuarenta y seis novelas. Galdós fue el máximo representante del realismo literario español y sus obras son narraciones fieles a la realidad de la época sin intrusismos o elementos ficticios que la emborronen.

El autor nunca ocultó su vocación progresista y su acérrima defensa de la democracia y el republicanismo; un concepto no poco complejo en un país como España. Los grandes temas galdosianos fueron la crítica social, especialmente contra aquellos aferrados a los antiguos privilegios e incapaces de abrazar el progreso y el enjuiciamiento de la política y la historia. En este sentido, Galdós se presenta no solo como un escritor realista sino que también se compromete con la narración y mediante su retrato social ofrece una visión crítica de las problemáticas que inundan el país.

Así, el español encarna la figura del escritor comprometido cuya literatura, además de entretener, también desempeña una labor social. Con los Episodios nacionales, Galdós quería que los españoles comprendieran mejor España. Lo que quizás no sabía —o confiaba no tener que saber— es que varias décadas más tarde este país seguiría sin entenderse a sí mismo y su obra serviría a varias generaciones venideras como hoja de ruta para descifrar sus propios matices. O que su legado sería defendido por el vicepresidente del primer Gobierno de coalición de la historia reciente del país en una sesión de investidura más de cien años después de que él mismo fuera elegido diputado por la coalición republicano-socialista. Un motivo de goce —por la pervivencia de su magistral técnica narrativa— o de tristeza —por no haber sido capaces en más de un siglo de solventar las turbulencias internas—, según se mire.


La obra galdosiana criticaba la pelea política por el poder y ponía en tela de juicio todas las inquisiciones, deslealtades y corrupciones que se desplegaban por alcanzarlo. Para Galdós, la unión sería la única garantía de superación de la crisis política y esa unión estaba representada en lo que él llamó «la fe nacional» o «el alma española». La guerra de Independencia, que unió a personas de distintos marcos que habían coincidido en habitar un mismo territorio, dio paso a un binomio ideológico en el que distintas corrientes luchaban por imponerse. El siglo XIX resultó un completo varapalo para una España decadente que perdió sus territorios de ultramar para dejar de ser el imperio que un día fue y entrar en una grave crisis financiera y en guerras civiles que fracturaron al país en las dos Españas que siguen palpitando al día de hoy.

Uno de los grandes problemas presentes en la España de la actualidad es la debilidad del centro político y su histórica incapacidad de servir de elemento cohesionador de intereses y consenso. Las batallas ideológicas entre uno y otro lado del espectro no dejan lugar al diálogo y el entendimiento de los españoles. Se trata de la ausencia del «culto de las formas» del que se habla en los Episodios nacionales. La creación de metanarrativas propias de la derecha, por un lado, y de la izquierda, por otro, no deja espacio para la perpetuación de un diálogo común. Parece que dejamos atrás el bipartidismo que también cuestionó en sus días Galdós, sin embargo, este nuevo sistema multipartidista enfocado en dos bloques ideológicos enfrentados tampoco resulta ser el escenario adecuado para la perpetuación del consenso entre los españoles.

También estaban ya presentes en el siglo XIX aquellos sectores que bajo etiquetas semidemocráticas pugnaban por el continuismo y rechazaban el progreso y la llegada de las nuevas ideas. Por eso no es de extrañar que, hoy, partidos de los extremos del eje ideológico triunfen en las urnas. Por otra parte, en la obra galdosiana podemos ver un retrato exhaustivo de la sociedad española. Carlistas, liberales, clérigos, mendigos, monjas, burgueses, aristócratas, guerreros con y sin convicción en la causa, jóvenes y ancianos, enamorados, estudiantes, jornaleros, migrantes rurales que llegan a la gran ciudad… todos están presentes en la obra de Galdós y, a su vez, en la mezcla de todos ellos se podía escuchar euskera, catalán, gallego o castellano. No hablaban una lengua única ni poseían el mismo sentir identitario. El escritor hace una completa radiografía de los individuos que habitaban la España de entonces; una España de contrastes marcados y sentires diferentes, igual que la de ahora.

«¿Verdad que es divertido nacer español?», reza Tormento, una de las novelas de la cuarta serie de los Episodios nacionales. Junto con otras como las de Pío Baroja, Valle-Inclán o Unamuno, la de Galdós es una de las plumas indispensables para entender España. Y no solo la de ayer, sino también la de hoy. Releamos su obra en este año de conmemoración de su fallecimiento para no olvidar que en lo que somos también está presente lo que fuimos. Nacer español puede resultar complejo y tormentoso de a veces, confuso e intrincado de comprender de otras, pero sin dudas es, como planteó Galdós, una divertida aventura.

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