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¿Qué pasa cuando un «global player» no juega? La política climática en Brasil

Para poder jugar en la primera división de las negociaciones internacionales sobre el clima, Brasil tuvo que entrenar duro. En las últimas tres décadas, su política climática ha sido construida por sucesivos gobiernos de distintos colores y aficiones. De hecho, la deforestación en 2005 fue aproximadamente un 30% menor que el año anterior, y en 2017 este índice se redujo en un 75%. [1]

La selva amazónica juega un papel clave en la reducción de los niveles de contaminación; el bosque es responsable de filtrar y reprocesar la producción mundial de dióxido de carbono. Pero los motivos de preocupación son considerables cuando se analizan los recientes discursos y los retrocesos de la política climática de Brasil. Los datos estimativos de la deforestación de la Amazonía en 2018 preocupan: hubo un aumento de un 15% en relación con el año anterior.

Entre las preocupantes propuestas del último semestre están la revisión del Código Forestal, la revisión de las 334 unidades de conservación y la desaparición de las reservas legales. La selva amazónica recibe recursos internacionales para su preservación a través del Fondo Amazonia. Las críticas del gobierno de Bolsonaro a la gobernanza del Fondo ponen en peligro la propia existencia de este. Y no hay políticas públicas del gobierno actual para proveer a las comunidades con medios de subsistencia suficientes para combatir la deforestación.

El discurso soberanista del actual gobierno incorpora una discusión obsoleta, del siglo pasado, cuando se pensaba que la preservación del medioambiente y el desarrollo económico eran medidas incompatibles. Ya desde la década de 1980, prevalece el eslogan en favor del desarrollo sostenible. Hoy ese concepto está traducido en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.

Calificar el calentamiento global como tema académico, no prioritario o ideológico significa rechazar las evidencias científicas que fundamentan un llamado universal a enfrentar este desafío. El tema no debe ser tratado como ideológico de la izquierda. Hay ventajas competitivas de agregar la protección ambiental a la producción nacional. Incluso el poderoso lobby agroindustrial se ha dado cuenta de que es importante evitar restricciones a la compra de nuestros productos agrícolas, y que la reducción de la participación de Brasil en el comercio mundial agravaría la crisis económica brasileña. Las amenazas no son solamente comerciales; también están amenazadas la seguridad internacional y la propia soberanía brasileña. Brasil ha sido tradicionalmente contrario a llevar los asuntos de medioambiente al Consejo de Seguridad de la ONU, para evitar la posibilidad de sufrir sanciones militares o económicas.

El cambio climático es un desafío global. Es un partido donde jugamos todos. La victoria de Brasil frente a la insensatez política será la victoria de todos. Aún quedan minutos antes del final. Joguemos bonito.

Nota

[1] Los datos de deforestación utilizados en este artículo pertenecen al Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), en su Proyecto PRODES de monitoreo de la selva amazónica brasileña por satélite.

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