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Reflexiones sobre los Estados y sus lógicas de acción


Hay diferencias significativas entre los Estados de América Latina a pesar de que las políticas públicas que ejecuten expongan similitudes. Reconocer la validez de esa intuición puede ayudar a cualificar la discusión sobre cuál es la naturaleza de un Estado concreto.

Una pregunta común de los analistas de política es la de qué percepción tenemos del Estado en un país concreto. Esta pregunta parece simple, en principio, pero rápidamente se encuentra con paradojas importantes; por ejemplo, sentimos que algunos Estados son esencialmente diferentes, pero no sabemos claramente en qué lo son. De hecho, podemos considerar que se trata de Estados radicalmente opuestos y aun así notar en las estadísticas que tienen políticas públicas similares o, incluso, exactamente iguales. Esta dificultad para identificar claramente las diferencias entre los Estados se ha vuelto un arma constante de debate político para afirmar erróneamente que dichas diferencias no existen. Entonces, hay Estados que son distintos entre sí, pero no con base en su ideología o políticas públicas, sino en las lógicas y narrativas que impregnan sobre las dinámicas de la política.

Lakoff (2010) sostiene que solemos pensar el mundo de la política en términos metafóricos. Es decir, comprendemos estas dinámicas con base en metáforas de otros aspectos de nuestra vida. En el caso del Estado —afirma—, utilizamos los modelos idealizados de una familia tradicional. Un ejemplo de ello es la narrativa de los padres fundadores. Esto ocurre porque es necesario utilizar categorías cercanas para clasificar y comprender estructuras tan abstractas —y, en principio, distintas— como el Estado. Los hechos pueden sernos mostrados entonces, pero ellos se entienden y se les otorga sentido a partir de un marco preestablecido. En el caso del Estado, Lakoff identifica dos grandes modelos de familia en el mundo occidental, que sirven de metáfora y marco preestablecido para otorgar sentido.

El primer modelo es el del padre autoritario, donde el Estado es visto como aquel que tiene el monopolio sobre el criterio moral de su familia (nación), funge como autoridad moral y además debe reprimir los malos comportamientos de forma definitiva e inexorable. Por otro lado, el padre progresista tiene una visión plural de la moralidad y un sentido menos vertical de la autoridad. Estos comportamientos no están asociados directamente con ninguna estructura ideológica, pero sí dan pistas sobre cuáles son esas diferencias entre los Estados que no dependen claramente de contenidos ideológicos ni técnicos, sino de sus marcos narrativos y de la lógica implícita en su actuar. Las consecuencias de estas representaciones son múltiples.

Para los que siguen el esquema protector, aquellos que están en el poder son susceptibles de rendir cuentas al público. Para los conservadores, solo los subordinados son susceptibles a rendir cuentas, pero a las autoridades. Cuando las cosas van mal ellos encuentran una mala manzana. (Lakoff, 2010, p. 163)

Esta no es la división tradicional entre autoritarismo, democracia y republicanismo, sino que es la introducción de elementos implícitos en la lógica de operación del Estado que pueden presentarse en diferentes momentos sin que ello implique un cambio en la ideología. Estos comportamientos son expresiones de los valores, simbolizados a partir de elementos como la identidad y los hábitos políticos.

Sin embargo, en el caso de América Latina este esquema parece ser insuficiente. Es decir, no explica el caso de los Estados que están diseñados de tal manera que pareciera constantemente que se encuentran en el marco de un proceso de emancipación. Es decir, se trata de estructuras burocráticas diseñadas para conservar la narrativa de que el Estado se debe estar reformando continuamente y debe defenderse de sí mismo.

Esta lógica es relevante porque, aunque no cabe en los estándares construidos por el autor, sí acude a la metáfora de la familia para ser comprendido. Además, realiza una inversión que es necesario resaltar: estos Estados parecen imitar la figura de un miembro rebelde de la familia que toma el poder de forma reciente y está reformando continuamente hábitos del que supone como el Estado tradicional. Esto consigue que los juicios morales no sean ni auténticamente ortodoxos, ni tampoco en sentido estricto conciliadores, sino elementos que han de definir constantemente una nueva época en el porvenir. En general, la narrativa es la de comenzar y construir, bien sea de forma conjunta o siguiendo un protocolo definido, y tiene un tono de novedad que no puede atribuirse a sus políticas públicas sino a la lógica en la que son presentadas.

La pregunta interesante en este punto es saber qué ideologías en la práctica se adaptan de mejor manera a este tipo de Estado en la región y hasta qué punto temas como el clientelismo y ciertas formas de nacionalismo se explican por la existencia de este formato en algunos Estados de América Latina.

Bibliografía

Lakoff, G. (2010). Moral políticas: How liberals and conservatives think. University of Chicago Press.

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