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Segunda vuelta en Costa Rica

Dos meses después de una sorpresiva primera vuelta, Costa Rica celebró su segunda ronda electoral.

Carlos Alvarado y Epsy Campbell, nuevos presidente y vicepresidente de Costa Rica | Imagen: Wikicommons

Carlos Alvarado y Epsy Campbell, nuevos presidente y vicepresidente de Costa Rica | Imagen: Wikicommons


Los costarricenses debimos elegir entre dar continuidad al gobierno del Partido Acción Ciudadana, plasmado en la candidatura de Carlos Alvarado, o buscar una vez más el cambio, esta vez representado por el partido Restauración Nacional y su candidato Fabricio Alvarado. Esta peculiar dicotomía entre un continuismo progresista y un cambio conservador dio lugar a una serie de particularidades que, bien podemos afirmar, hacen historia en la democracia costarricense.

El veredicto soberano del 1 de febrero había dejado, por primera vez, fuera de la segunda ronda electoral a las dos fuerzas políticas tradicionales: Liberación Nacional (nueve veces en el poder) y la Unidad Social Cristiana (tres veces en el poder).

La jornada transcurrió con normalidad para los estándares de fiesta democrática que tiene nuestro país. Los resultados no pueden ser analizados sin mencionar el factor que posicionó a las dos fuerzas políticas ante el escrutinio de los costarricenses: La sonada opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el matrimonio igualitario.

El apoyo del PAC a la opinión de la Corte IDH y su interpretación que la consideró vinculante, y la resistencia del PRN alegando que la postura de la Corte IDH iba en detrimento de la familia y los valores fue lo que generó el caudal político para que ambas fuerzas se midieran en una segunda vuelta. Y este fue el eje de campaña durante dos largos meses de posturas antagónicas que causaron crispación en la población, una división marcada por la confrontación de dos modelos de sociedad que —penosamente hay que admitirlo— se defendieron con agravios, con violencia verbal hacia ambos candidatos y hacia sus simpatizantes.

Una característica típica de una segunda ronda es la sumatoria de las fuerzas electorales vencidas en la primera vuelta. Y este fue precisamente el primer paso de los candidatos en su estrategia de campaña. Fabricio Alvarado, aprovechando la disconformidad de los sectores civiles con el gobierno saliente, logró interesantes pero al final superficiales adhesiones; entre ellas, la más relevante, del excandidato a la presidencia por Liberación Nacional, Antonio Álvarez Desanti, así como de su equipo económico. Sumó también a los sectores conservadores del país, la parte estructural del Partido Unidad Social Cristiana (alta dirigencia, comité ejecutivo, entre otros). Se percibía en su momento como un equipo de lujo, hasta se mencionaban como las mejores mentes en sus distintas áreas.

Por su parte, en el Partido Acción Ciudadana fueron más cautelosos con sus adhesiones, situación que curiosamente les favoreció. El respaldo más importante fue el de Rodolfo Piza, excandidato del Partido Unidad Social Cristiana, acompañado por una parte de su equipo económico, además del apoyo de los sectores progresistas del país representados por el Partido Frente Amplio.

Ambos candidatos propusieron un gobierno de unidad nacional. Sin embargo, esta idea fue mejor comunicada y transmitida por Carlos Alvarado, quien además de tomar una prudente distancia del actual gobierno (y sus escándalos de corrupción) se mostró como el candidato más preparado y serio para llevar adelante un plan de gobierno, y además presentó a la ciudadanía el acuerdo que lo unía a los sectores que lo apoyaban, lo que dio coherencia a su campaña. De hecho, el principal ataque que acertó en el punto débil de Fabricio fue la evidencia de que el partido Renovación Nacional no había presentado una hoja de ruta para gobernar el país, lo que sumado a la carencia de fundamentos en las adhesiones recibidas puso en duda la capacidad de esta novel fuerza política para conducir el país.

Avanzando la contienda electoral se vio otra particularidad de Costa Rica: la altísima cantidad de debates en medios de comunicación. Fabricio Alvarado optó por asistir únicamente a los debates más relevantes en aspectos de rating y cercanía con el día electoral, y sustituyó sus debates cancelados con visitas a comunidades en su nicho rural. Mientras tanto, Carlos Alvarado apelaba más a su nicho joven, con acceso a herramientas de las redes sociales, donde se potenció. Supo capitalizar el contexto sembrando dudas sobre la preparación de Fabricio Alvarado, quien se negó a debatir con él.

Un Carlos Alvarado que se mostró sólido y que supo moderar su perfil progresista tanto al conformar su equipo como al mostrar su perfil católico, frente a un Fabricio que con humildad reconocía su poca preparación académica como consecuencia de las necesidades y la falta de oportunidades pero que no moderó en lo absoluto su mensaje conservador.

Más allá de vencedores y vencidos, los resultados marcan la historia del país: Costa Rica hoy tiene en Carlos Alvarado (38) al presidente más joven de los últimos 124 años y como vicepresidente a la primera mujer afrodescendiente en ocupar este puesto en América Latina, Epsy Campbell. Costa Rica redujo el abstencionismo de la primera vuelta en 1,33 puntos contra todo pronóstico desalentador que daba un domingo de Pascuas. De las siete provincias, la que alcanzó mayor participación fue Cartago, allí donde se dieron los márgenes porcentuales más favorables para el PAC; los lugares con mayor abstención fueron nuevamente las provincias costeras, lugares en donde el PRN sacó sus mejores resultados. La gran área metropolitana junto con Guanacaste le dieron una cómoda victoria de 60 %-40 % al PAC. Un resultado muy diferente a lo que anunciaban las encuestadoras.

Los desafíos ahora son varios: en materia económica, resolver el déficit fiscal del 6 % es apremiante, la inseguridad creciente, el combate a la pobreza, entre otros. Todo ello con una Asamblea Legislativa en donde el oficialismo tiene tan solo 10 de 57 bancas.

El sonado gobierno de unidad nacional empieza a tener luz en la conformación del gabinete. El PAC plantea ceder el 49 % de este a los partidos de oposición con representación parlamentaria, siempre y cuando estos formen parte de un acuerdo país y acompañen la aprobación de una reforma fiscal, la modificación del reglamento de la Asamblea Legislativa y proyectos de infraestructura.

Tal como lo aseveró Otton Solís, líder y fundador del PAC, su partido está en deuda con Costa Rica. Hoy tienen la valiosa oportunidad política y moral de saldarla.

Ojalá que el llamado a la unidad que hicieron los principales actores políticos sea también un llamado a la entereza y la valentía necesarias para adoptar las medidas que lleven a Costa Rica por un camino de libertad en todas las dimensiones, que empiece a cerrar las brechas que nos dividen y nos permita llegar al Bicentenario honrando la solidez de nuestra democracia.

Juan José Díaz Quintana | @jotadiazquin Analista político. Miembro de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia. Gerente general de Lex Group Consultores

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