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Venezuela: ¿transición o afianzamiento?

Se ha iniciado una nueva ronda exploratoria de conversaciones para la normalización política en Venezuela. ¿Nos encaminamos hacia un cambio democrático o será el afianzamiento definitivo del gobierno autoritario?

Imagen: Guillermo Tell Aveledo

Imagen: Guillermo Tell Aveledo


La crisis política venezolana parece haber llegado a una nueva etapa. Tras la cuestionada elección de la Asamblea Constituyente convocada por el socialismo chavista, la comunidad internacional se ha encontrado dividida. El presidente de la Asamblea Nacional y dirigente de la Unidad Democrática, Julio Borges, ha sido recibido por importantes gobiernos latinoamericanos y europeos que han respaldado el pluralismo y la división de poderes en Venezuela. Por su parte, el presidente Nicolás Maduro viene de participar entusiastamente en la reciente cumbre de la Organización para la Cooperación Islámica, mientras recibe un vocal respaldo de la Federación Rusa y uno más cauto de China. Añádanse a este cuadro las recientes sanciones económicas que ha impuesto el gobierno de Donald Trump sobre el país suramericano, y su discurso ante la Asamblea General de la ONU, equiparándolo con Irán y Corea del Norte. Venezuela parece ser uno más de los escenarios de la nueva guerra fría global.

Más allá del enfoque estadounidense, tanto aliados como críticos del gobierno de Caracas coinciden en que sería necesario retomar los cauces del diálogo político para restaurar alguna semblanza de normalidad política. Aunque han amainado las manifestaciones y en alguna medida la violencia represiva, las razones estructurales del conflicto venezolano permanecen allí, con un grave riesgo de agravarse. La creciente presión de las potencias democráticas regionales y globales, que mantienen aún vínculos institucionales y económicos con Venezuela, parece haber tenido el efecto esperado y logrado que el gobierno asome posibles concesiones y gestos de confianza.

Así, las otrora gestiones de presidentes de la Unasur para negociaciones entre gobierno y oposición en Venezuela se habrían reactivado, esta vez con el apoyo de países signatarios de la Declaración de Lima —favorable a la restauración democrática—, la Unión Europea y el beneplácito del secretario general de la ONU. La Santa Sede se mantiene a la expectativa en esta ocasión. ¿Qué buscan las partes? Lo que ha trascendido es que la Unidad Democrática aspira a la concreción del cronograma electoral postergado, el reconocimiento de las competencias de la Asamblea Nacional, la liberación de presos políticos y la atención a la crisis humanitaria. Del otro lado, el gobierno de Maduro habría planteado el reconocimiento opositor de la Asamblea Constituyente —electa fuera de la Constitución—, la aprobación de la Ley de Presupuesto y de nuevos empréstitos por el legislativo opositor, y el descarte o levantamiento de sanciones internacionales sobre Caracas.

¿Sería posible alcanzar una zona de acuerdo? Aunque es imaginable, existe un problema de perspectivas inconmensurables: la oposición parece apuntar al restablecimiento democrático promoviendo la alternabilidad política en el siguiente período constitucional, mientras que el gobierno está urgido de resolver su crisis de legitimidad para poder enfrentar con ventaja el ya impostergable ciclo electoral. La presencia de la Constituyente, que en las recientes semanas ha ralentizado su afán de control, sigue siendo el mayor obstáculo al restablecimiento de reglas de moderación política, comprometiendo mucho de la voluntad opositora y sirviendo como un arma para su división. Tristemente, como se constata en los procesos de transición, en la medida que existen algunas reglas, estas son decididas por la coalición autoritaria y dependen de su buena fe democrática. Pese a todas las apariencias, el régimen del Partido Socialista Unido de Venezuela no está desahuciado y es difícil creer que no quiera mejorar su condición relativa a expensas de condiciones inalcanzables.

La situación se complica aún más para los sectores democráticos: la ventana de oportunidad que significa el relevante apoyo de la región se puede cerrar con cambios políticos hacia la izquierda en Brasil y México; las limitaciones de la estrategia de oposición instrumental a un régimen autoritario han incrementado las defecciones dentro del bloque democrático sin necesariamente aumentar su eficacia; y la prolongación y profundización de la crisis social hacen a Venezuela más susceptible de invocar populismos autoritarios sustitutos o abandonar toda lucha política efectiva. Es difícil escarmentar cuando la crisis aún no ha tocado fondo, pero no hay una generación venezolana con vida que recuerde penurias como las presentes.

El fomento de una política sincera, que aprecie la urgencia de la situación equilibrándola con las demandas de apertura que requiere el hoy, es algo que la opinión democrática venezolana y regional debe apoyar resueltamente. Queda en la sabiduría del liderazgo venezolano evitar un colapso político cuyo desenlace regrese al país a etapas de desórdenes e inestabilidad no vividas desde hace un siglo. Eso, sin hablar de la tarea de reconstrucción económica y social por venir. ¿Cuáles serán las concesiones útiles en esa tarea?

Guillermo Tell Aveledo  | @GTAveledo Doctor en Ciencias Políticas. Profesor en Estudios Políticos, Universidad Metropolitana, Caracas

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